Los apuros del objetualismo mecanicista

«Pero tras esta interpretación de la psicoterapia como simple técnica se esconde algo de cinismo. Es cierto que se puede concebir al terapeuta como un técnico, pero sólo si hemos aceptado antes la visión del paciente como una especie de máquina. Diría que sólo un homme machine necesita de un médecin technicien»

V. Frankl, El hombre en busca del sentido último

*PATRONAJES sobre lo HUMANO: TRADICIÓN RACIO-OCCIDENTALISTA y MECANICISMO UTILITARISTA. Preocupado por la convivencia, en mi caminar investigador comencé a recopilar, inicialmente casi sin pretenderlo, bastante información a propósito del que parecía el protagonista ineludible de todo ello, el ser humano, tema que había sido estudiado según diferentes discursos y patronajes estructurales. El punto de vista que parecía predominar en mi tradición racio-occidentalista era un mecanicismo objetualista y utilitarista, que buscaba un estudio del humano en el marco de todo un acontecer-ser a tomar como objeto, con la persona tomada de este modo como objeto, y, en sociedad, como masa. La tradición racio-occidentalista pretendía con ello una idealizada racionalidad (desde la cosmopistia), en este caso aplicada al orden socio-económico, e instrumentada, tanto a través de un ideal de racio-fraternidad (para con la socio-organización), como por otro de racio-productividad (para con la producción), complementarios de ese otro discursivo, el ideal de racio-cientificidad. La cuestión es que la guía estructural de los patronajes se extendería más allá del objetual acontecer-ser (sea el mundo, sea la sociedad), y llegaría a nuestras propias vivencias (subjetuales), lo cual obligaba a rebuscar otras opciones que intentasen tratar al humano más como un sujeto: ello me retrotraía a esa época de nuestra cultura occidental que denominamos Modernidad.

*MODERNIDAD, HUMANISMO y EMANCIPACIÓN EPISTÉMICA. En la Modernidad (s.XVI-s.XVIII) pudimos vislumbrar, sociopolíticamente hablando, una búsqueda de emancipación y autonomía del individuo, ello frente al aparato de poder del Antiguo Régimen. Epistémicamente, esto se vino a acompañar de una modificación para con un (parece que siempre) persistente afán de verdad, que suponía el dar con un método para conocer que, en vez de apoyarse en esa autoridad (que se buscaba impugnar), lo hiciese en dicho individuo. Tal método se vino a hallar en la razón y en la experiencia, como facultades humanas individuales (a diferencia de, p.e., la costumbre, el prejuicio o el dogma, instituciones más colectivas), de tal modo que aquellos F. Bacon, Descartes, Locke, Leibniz, Hume o Kant hicieron hincapié en que, a pesar de la rigidez (e infraestructura) del poder epistémico, los humanos podíamos seguir aspirando al desvelamiento de la verdad, y por nuestros propios medios, ello desde un ánimo humanista… el ánimo de vernos como sujetos de consciencia, emotivación, creatividad, libertad, responsabilidad, creatividad y sentido. En el transcurrir histórico, este digno y humanista propósito inicial de tradición racio-moderna, se habría visto truncado por una radicalización en los propósitos y presupuestos racionales; ello vino a suceder durante los s.XIX y primera mitad s.XX, en una deriva hipermoderna, que supuso la conformación de la tradición racio-occidentalista, ello con el adelanto (aparentemente imparable) de una ciencia cientifista, la cual, no sólo comenzó a afanarse en su búsqueda de un discurso universal y necesario (inmune a la historia, así como a la renovadora crítica… también a la extrañeza), sino que se arrogaba la potestad de hacerlo desde la objetividad (más allá de una loable intención), desde un púlpito trascendental (no acorde ello con las positivas limitaciones del humano, así como con las condiciones de su discurso). A este discursivo ideal de racio-cientificidad, la tradición racio-occidentalista le vino a añadir ese otro al respecto del orden socio-económico, el ideal de racio-productividad, a partir de la (minus) valoración del humano como un objetomáquina.

*OBJETUALISMO MECANICISTA: REDUCCIONISMO y TOTALITARISMO. La infra-idea habría consistido en una determinada visión del humano, la mejor para el propósito de evitar, libertad en general, pensamiento creativo (movilizador, evolutivo) y acicate moral en especial… esa de apreciar (¿despreciar?) al humano como un objeto máquina, o, peor todavía, una pieza de máquina, sin intención ni sentido de vida[i]… esa del objetualismo mecanicista, de profundo calado y propósito anti-humanista. Desde Laplace y Darwin, pasando por Marx, hasta Freud, diferentes cientifistas se aplicaron con denuedo a reducirnos, a hacernos creer que éramos básicamente bio-máquinas (un debate actualizado hoy con ese de la IA), y, como tales, entes a la orden, sin margen de espíritu crítico, discernimiento intelectual o auto-examen, ni facultad para la contrastación fáctica o el juicio de valores… incluso sin capacidad de complejos entramados emocionales, en los que se confundirían alegrías y odios (entre una inmensa variedad de variables), ni por supuesto, de empatía. En relación a la convivencia, para un punto de vista totalitarista (como podría inicialmente reconocerse en el binomio fascismo-comunismo, vigorosamente en la primera mitad del s.XX, con coletazos en la segunda), un enfoque antropológico tal parecía resultar muy conveniente para la ordenación sociopolítica.

*Hacia un MECANICISMO SIBILINO: PSICOMODIDAD POSMODERNA. La cuestión es que también dicho enfoque mecanicista habría arraigado en los sistemas que se autoproclamaban como democráticos (supuestamente defensores de la libertad individual, así como del faro de Occidente: Francia y Anglosajonia), los cuales escudriñaban la manera de sobrellevar a las masas (véase psicomodidad y sus estrategias, entre las que destaca la industria de la cultura), ello en el marco global de las guerras culturales y la geopolítica, y en un caminar hacia la posmodernidad. Con todo, se ha de remarcar como nota final de esperanza, que el humanismo, ya en el industrializado s.XIX, incluso en el deshumanizado s.XX, siguió (y sigue) muy vivo[ii].


[i] Véase la búsqueda de sentido de vida como psicoterapéutica (o logoterapia) de V. Frankl, psiquiatra austriaco de origen judío que padeció deportación en diferentes campos de concentración, siendo el único de su círculo de familia y amistad en sobrevivir; a pesar de ello, encontró su camino aprovechando todo ese dolor (y el de las personas con las que convivió en tales campos) y experiencia para dar formato a su particular manera humanista de enfrentar la dolencia psíquica, ello recogido en sus superventas El hombre en busca de sentido (1946) y El hombre en busca del sentido último (1997); ver también, por mi parte, “Sentido de vida y perplejidades”, en Consciencia, abismo y post-vida.

[ii] Ver, a finales s.XVIII y s.XIX, la apuesta humanista de autores, muchos de ellos románticos, como J. Herder, Goethe, W. Blake, F. Schiller, J. Fichte, F. Schlegel, Th. Carlyle, S. Kierkegaard, HD. Thoreau, W. Whitman, TH. Green, incluso por parte de F. Nietzsche; para el s.XX el listado de autores puede resultar bastante extenso: Bergson, Tagore, Santayana, Unamuno, Kipling, Brunschvicg, Adler, M. Scheler, Jung, H. Hesse, Korzybski, Teilhard de Chardin, M. Klein, L. Nelson, Ortega y Gasset, Jaspers, K. Gibran, K. Horney, C. Joad, Perls, A. Huxley, Krishnamurti, Horkheimer y los frankfurtianos, Saint-Exupéry, Fromm, Popper, Rogers, Sartre, Frankl, A. Rand, Levinas, Maslow, May, Apel, Habermas; ver «Marxismo humanista desde Frankfurt«.

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