«La civilización mecánica y concentracionaria produce mercancías y devora hombres. No se le pueden poner límites a la producción de mercancías. La civilización mecánica no parará de producir mercancías más que cuando haya devorado a los hombres. Los habrá devorado en las guerras, en masas enormes y a trozos, pero los habrá devorado uno a uno, les habrá vaciado uno a uno de su médula, de su alma, de la sustancia espiritual que les hacía hombres. Y sería también una locura, ahora lo veo, el creerla capaz de hacer felices un día, en un mundo hecho para ellos, a estos hombres deshumanizados»
G. Bernanos, «El espíritu europeo y el mundo de las máquinas» en La libertad, ¿para qué?
*La ANALOGÍA MECANICISTA. La IA sería la inteligencia expresada por máquinas, a partir de sus dispositivos (hardware, principalmente procesadores) y sus programas (softwares); el término ya de por sí sería connotativo, pues daría por pre-supuesta (salvo aclaración) una analogía humano-máquina (mecanicismo), contemplándose entonces una correspondencia con cuerpo, cerebro y mente, respectivamente. La clave de este asunto está, por lo tanto, no ya en la concepción que se tenga de una máquina, sino en la del humano, en si nos veamos como máquinas o no: caso afirmativo, se podría manejar un concepto de inteligencia artificial en el sentido de análoga al humano; caso negativo, se podría aceptar que una máquina pudiese tener algún tipo de inteligencia[i], pero nunca una como la de un humano[ii]. Así, el (trascendental) debate no sería realmente IA sí-no (creo que todo el mundo estaría de acuerdo en que una ayudita por parte de máquinas sea, en principio, para bien, y más si esas máquinas estuviesen bien diseñadas en su operatividad, es decir, fuesen ‘más inteligentes’), si no máquinas aceptadas como similares a humanos sí-no.
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