Sesgo, condicionaje y raciocrítica

*DESCRIBIENDO y NORMANDO el INTELECTO. En algún momento, al expresar una idea u opinión, alguien cabe que nos haya advertido, incluso increpado, algo así como “eso que dices está sesgado”. ¿Y eso qué quiere decir? Bien. La investigación de la psicología cognitiva a propósito de nuestro intelecto puede adquirir básicamente dos enfoques, uno más descriptivo (cómo pensamos o inteligimos), otro más normativo (cómo deberíamos pensar o inteligir). Un sesgo, en principio, se definiría simplemente como un error cognitivo o intelectivo, con lo que, conceptualmente, estaría algo más arraigado al segundo enfoque propuesto, que, por su parte presumiría la existencia de un canon o norma sobre el intelecto; la cuestión es que ha habido investigadores que han intentado entender mejor el fenómeno psíquico que suponga el sesgo. Luego, una primera cuestión a tenerse en cuenta, y que acrecentaría el interés sobre los errores cognitivos, no sería ya la que podría aplicarse de modo específico a labores avanzadas del intelecto (como pudiese ser la de un ingeniero, al diseñar o mantener una presa, mejor o peor), sino la derivada de manera más general del poder de las emociones sobre nuestras ideas (y viceversa). Además, a ello habría que añadir la positividad de cómo habitualmente se vulnere una establecida racio-normatividad intelectiva, de manera más menos explícita, en los foros del (interesado) discurso sociopolítico (y su intención de poder), cuestión a estudiar desde una perspectiva metadiscursiva al respecto del condicionaje discursivo.

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Odio, compasión y perdón desde una ética positiva

*AJUSTANDO la COMPASIÓN y el PERDÓN. Venimos expresando que los valores de fraternidad, perdón y compasión, tal y como nos han sido enseñados (ello en un modo de simplicidad), o por lo menos tal y como yo los haya interpretado, no parecen, ni operativos, ni acordes con la positividad que nos acabamos encontrando. Las fórmulas “ofrecer la otra mejilla” o “amar a todo el mundo”, a pesar de haberme en ocasiones aplicado con denuedo, yo por lo menos, no he sido nunca capaz de ponerlas en práctica, y menos después de ser padre, momento a partir del cual también me tuve que aplicar en gestionar relaciones en las que mi hijo era protagonista, a modo de víctima (en principio inocente). Con todo, desde este estudio se manifiesta una firme creencia en la posibilidad de un antídoto frente al odio y la toxicidad, pero ello debe acometerse, desde una convivencialidad, según escenarios operativos y una ética positiva.

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Gafas terapéuticas y posverdad

Gafas terapéuticas y posverdad

«Y es que en el mundo traidor, nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira»

R. de Campoamor

*POSMODERNISMO y RELATIVISMO. El 18 de junio de 1917, en plena Guerra Mundial I, el que posteriormente fuese premio Nobel de Literatura, el dramaturgo L. Pirandello, tuvo por menester estrenar su obra Así es (si así os parece) en el Teatro Olimpia de Milán, con la que llevaba a cabo su particular incursión sobre el asunto de la verdad-falsedad y la realidad-apariencia, en la cual se decantaba por un relativismoescepticismo onto-epistémico, o, dicho de otra manera, por, a partir de considerar los diferentes puntos de vista, dudar sobre las cosas en sí (realidades objetivas) y sus enunciados parejos (verdades). Lo cierto es que la impresión de que los sujetos veamos a través de (y hagamos las cosas a partir de) un determinado cristal, no era novedosa, incluso podemos remontarla a los debates entre los sofistas y Sócrates-Platón, momento en que el humano daba un paso más en su proceso de consciencia respecto a su papel, más o menos principal, en el cosmos. Desde aquí, se habrían ido dando planteamientos menos o más radicales, desde aceptar que una misma realidad pueda ser percibida y discurrida de diferentes maneras, hasta ese vacilar sobre dicha realidad común que nos llevaría al planteo de múltiples y diferentes realidades a construirse individual y/o socialmente. Frente al hipermoderno s.XIX, el s.XX supuso el ascenso, que parecía imparable, del posmodernismo, el cual se dedicó a llevar el asunto hasta esos límites expuestos, y al cual se adscribieron, además de Pirandello, un gran número de pensadores y literatos[i]. Lo curioso de éste y otros tratamientos similares sería la paradoja (y perplejidad) que nos podrían dejar: ¿acaso el propio Luigi llegó a dudar de que ese 18 de junio se hubiese estrenado su propia (relativista) obra?… ¿acaso el italiano tuvo serias dudas de que esa obra estrenada en esa fecha, y en ese teatro, fuese de su autoría? Tal vez el asunto no sea tan fácil de resolver… tal vez el recurso muy de moda a la posverdad, lejos de una honestidad reflexiva, no sea más que una manera de perpetuar esa genérica frescura que acepta los hechos sólo cuando convienen. Por parte de esta investigación, y guiados por los valores equilibrio y prudencia ya mostrados por otros autores, no nos hemos atrevido a dudar de la realidad objetiva (no sea que…), aunque sí nos hemos visto obligados a defender el que cada cual pueda tener su particular punto de vista al respecto, según las ‘gafas’ que lleve puestas.

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El poder de las ideas

El poder de las ideas

«Las ideas no son responsables de lo que los hombres hagan de ellas»

W. Heisenberg

*PODEROSAS IDEAS. Querría iniciar nuestra reflexión ilustrándola con un momento cinematográfico que ayude a ponernos más en situación. En Inception (Origen), película del visionario Chris Nolan, en la parte introductoria, Cobb (Leo DiCaprio), un ladrón de ideas, acompañado por su ayudante Arthur (Joseph Gordon-Levitt), le explica a Saito (Ken Watanabe), una de sus pretendidas víctimas, lo que suponga una idea. Cobb le pregunta «¿cuál es el parásito más resistente?… ¿una bacteria… un virus… una lombriz intestinal?»; ante una cierta expresión de perplejidad por parte de Saito, Arthur se prepara para dar la respuesta explicativa, y comenta «lo que el señor Cobb intenta decir…», pero antes de que pueda extenderse, Cobb se adelanta de modo terminante, y responde «una idea», y añade «resistente, altamente contagiosa; una vez que se ha apoderado del cerebro es prácticamente imposible erradicarla; una idea totalmente formada y entendida se queda ahí aferrada». No sé hasta qué punto pudo influir esa película en mis ideas (es de 2010), o si Nolan había leído algo mío (ironía), pero el caso es que coincidimos bastante en el planteamiento al respecto de las poderosas y condicionantes ideas, y que en mi investigación caracterizo con el concepto de condicionaje discursivo.

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Herramientas para la gestión emotivacional y toxicidad

«Un viaje de mil millas, comienza con un primer paso»

atribuida a Lao-Tse (s.VI o s.IV aC)

*ORIENTE. Los hermanos Eugenio y Julio H. Lozano llevaron a cabo un estudio sobre los trastornos psicosomáticos, que comenzó por escudriñar la tradición oriental de la relajación[i] (como contramedida frente al estrés y la ansiedad), un asunto muy pendiente aquí en Occidente, y en el que las tradiciones del hinduismo y budismo se deberían estimar como punteras. De hecho, antes de tener acceso al estudio expuesto por mis compatriotas, ya me había acercado a los desarrollos de tales tradiciones orientales[ii], cautivado por su capacidad de interiorización y su profundidad en el tratamiento integral de nuestros procesos de consciencia-mente, un calado que suponía el que no se quedasen sólo en un trabajo específico para con la meditación y sus métodos. Una primera cuestión que me turbó respecto a los textos que caían en mis manos fue que, más allá de esa investigación (digamos que psicológica), y respecto de la cual, humildemente, debo insistir en que deberíamos aceptar desde el oeste que nos superan con creces[iii], ello se solapaba con una intención míticoreligiosa (también en los budistas), así como se hallaba expresado desde una óptica muy culturalmente regional, con profusas referencias a maestros iluminados, capaces (claramente en el budismo tibetano) de reencarnarse una y otra vez para continuar su labor de ilustración[iv]. Sin dejar de ser respetuoso respecto a la fuente de tales añejas enseñanzas, así como comprensivo con el formato elegido, este asunto del ‘guruar’[v] (de hacer de, y desplegarse como, gurú) irremediablemente chocaba con mi temperamento racio-moderno. Por otro lado, esta mi modernidad se había visto impresionada por la actitud totalmente excepcional de un oriental de nacimiento, J. Krishnamurti, quien, tras ser alentado e instruido por la Sociedad Teosófica para llegar a ser el Maestro del Mundo, decidió, todavía relativamente joven (34 años), disolver la Orden (de la Estrella de Oriente) que se había fundado para proclamarle como tal, ello con un discurso memorable.

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Gestión emotivacional, equilibrio y dicotomía

Gestión emotivacional, equilibrio y dicotomía

«Basta con que yo crea que estoy en peligro […], para que inmediatamente el mecanismo se ponga en marcha. En este caso ya no se habla de miedo, sino de angustia o ansiedad. […] Puesto que uno de los componentes de la reacción de miedo o angustia es la contracción muscular, resulta que a lo largo de nuestra vida hemos ido contrayéndonos una y otra vez en general de forma innecesaria o desproporcionada»

E. H. Lozano, Entrenamiento en Relajación Creativa

*EQUILIBRIO PERSONAL vs. DICOTOMIZACIÓN. ODIO, THANATOS y PSICOMODIDAD. A pesar de la constatación positiva del odio, de modo esperanzador se hace notar que podemos, cara a nuestra convivencia, gestionar nuestras emociones-motivaciones, diferente a erradicarlas; es más, frente a utópicas búsquedas de la felicidad[i], y contra la inercia moliciosa que suponen nuestros contemporáneos estado másico y psicomodidad, se ha de advertir que debemos gestionar nuestras emociones-motivaciones, especialmente las thanáticas, distinto a controlarlas. Para ello, desde Buda a Korzybski y Perls, desde Sócrates a los hermanos H. Lozano, contamos con una tradición humanista de estudiosos, más teóricos, más prácticos, más míticos, más contemporáneos, que se han visto estimulados por ese reto. Podemos decir que tal gestión habría girado en torno a un concepto y valor que venimos destacando, el equilibrio personal, en específico el emocional, que podríamos definir como una compostura en nuestros afectos y sentimientos. Este estado-proceso de equilibrio emocional no debería confundirse con tradicionales conceptos excesivamente connotativos (por no decir que quiméricos) como ‘bienestar’ o “encontrarse bien”, pues la dimensión emocional ha de suponer en su esencia una dinámica de ‘sube-baja’, de momentos más o menos agradables, que se derivan de que ciertamente estemos vivos. Por lo tanto, el objetivo (único posible) de una gestión en equilibrio en relación al asunto que nos compete, una vez aceptado, tanto que todas las emociones-motivaciones tengan su sentido (no deberíamos erradicarlas, y además no podríamos), como que tales emociones-motivaciones posean una dinámica polar (no deberíamos intentar controlarlas, además de que no podríamos), consistiría en evitar la dicotomización[ii] psíquica en general, y en específico, la emotivacional, de la que puedan resultar estados tóxicos.

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