*ODIO POSITIVO y PODER. Venimos hablando de ese elemento capital para con los seres humanos, que es la sociedad, tramada a partir de las relaciones sociopolíticas que mantenemos entre nosotros; venimos conversando así mismo sobre las emociones que nos inter-penetran mientras nos relacionamos, lo que nos lleva a caracterizar nuestras relaciones como socio-emocionales; venimos destacando así mismo la positividad del odio y el poder: odiamos, y en específico, odiamos a alguien.

*ENEMIGO como AQUEL que TE ODIA. El DESEO de DAÑO. En el marco de nuestras relaciones convivenciales y de poder, la percepción del odio en la red socio-emocional nos lleva a la constatación de relaciones de enemistad…

Tenemos enemigos

Es más, las personas que, sea por lo que sea, deseen daño para nosotros (o los nuestros), esas personas, nos odien más o menos, serán nuestros enemigos, sean ellos más o menos conscientes de ello, seamos nosotros, más o menos conscientes de ello. Tras esta constatación del odio y la enemistad como positivos (en el sentido de concretos), no obstante, debemos añadir que lo esperanzador del asunto es que al odio se le puede considerar como una emoción tóxica, a gestionar en equilibrio. Para ello, para ponernos manos a la obra, debemos superar socio-escenarios ideales que nos duerman en los laureles.

*FRATERNIDAD CRISTIANO-CATÓLICA. Frente a un socio-escenario de odio y enemistad, que recuerde, aunque no recuerde desde cuándo, tengo presente una idea cada día, de raigambre religioso-moral, para manejarse en las relaciones sociales (luego, otro socio-escenario), y que me llegó desde mi educación cristiano-católica: amar al prójimo, hacer a las demás personas lo que quisieras que te hiciesen a ti (reglas de oro-plata), poner la otra mejilla, confiar en la bondad natural de las personas, considerarles como hermanos… una idea que podemos sintetizar como fraternidad. De esta manera, a la positividad de la enemistad se opondría un ideal de fraternidad humana cara a la convivencia, que partiría del postulado de que, en el fondo, no odiamos, y que cuando una persona odia, deberíamos rebuscar qué causas (digamos que quasi-insólitas) podrían darse para ello. Un ideal tal partiría de que las personas, en principio, no tendrían una causa intrínseca para desear daño a los demás; dicho de otra amanera, si alguien no hubiese dañado por su parte a otra persona, esa otra no tendría ninguna razón para desear a su vez daño para con la primera; eso sería así, de tal forma que, si de continuo deseásemos y buscásemos lo apropiado para alguien, pues esa persona no podría nunca desearnos ningún daño. La cuestión está en que la experiencia nos indica otra cosa, pues no parece que todo el mundo sea en el fondo bueno (abelitas -que no abuelitas-, pues, ¿qué es ser bueno?)… aunque tampoco parece que todo el mundo sea en el fondo malo (cainitas, pues, ¿qué es ser malo?).

*REGLAS, RACIONALIDAD y el JUEGO de la SOCIEDAD. A este asunto se estima oportuno ahora añadirle otra clave, el de las reglas del juego: las relaciones sociopolíticas se podrían entender como un juego, y entender un juego exigiría entender sus particulares reglas. A diferencia del medio natural, donde parece que las reglas son las que son, y así para todos los jugadores, en la sociedad nos encontramos con que quepan diferentes tipos de jugadores:

  • Por un lado, hay personas que estarían dispuestas a cumplir con lo que podríamos llamar un sistema (jurídicomoral) de reglas elevado que busque, evitar abusos, faltas de respeto, descortesías, manipulaciones, estados másicos;
  • Por otro, caben otras personas que se dediquen a incumplir sistemáticamente (no hablamos de deslices) tales reglas, y a no responsabilizarse de sus actos y conducta; puede que tales personas se rijan por otras reglas, y puede (es lo habitual) que busquen que tales reglas les sean propicias; sea por incumplimiento, sea por propiciamiento, tales jugadores se hallarían en un estado de favor, aprovechándose de aquellos otros que por su parte sí estuviesen dispuestos a cumplir con aquellas reglas elevadas.

Este segundo tipo de individu@s no parece que tengan en mente ningún tipo de relación biunívoca racio-fraternal… lo que nos ha de llevar a preguntarnos, desde una racionalidad socionomológica, ¿cómo digerir un incumplimiento sistemático de reglas de convivencia elevadas?… ¿cómo relacionarse con este tipo de individu@s?…

*ESA POSITIVIDAD. Este estudio considera que esos odio-enemistad e incumplimiento-irresponsabilidad sean una constatada positividad, de tal modo que la cuestión de la convivencia, como venimos insistiendo, no puede ser más que valorada como un asunto problemático: se odia, se abusa, se permite ser dominado, se incumplen sistemáticamente reglas elevadas, se es irresponsable, no se es consciente del discurso de uno (ni del de los demás)… esta es la cotidianidad con la que uno se topa en la experiencia de cada día. Un socio-escenario equilibrado debería buscarse a partir de la constatación de ello, de tal manera que otras maneras de encarar la sociopolítica, que no tuviesen en cuenta tales experiencias concretas, deberían ser de nuevo tomadas como idealidades… La racio-fraternidad (así como la racio-felicidad/salubridad) de nuestra tradición racio-occidentalista ha buscado soluciones a esa positividad, aunque cabe que con una percepción un tanto desatinada, dificultando una apropiada reacción frente descorazonadores presagios. Todo esto nos obliga a profundizar más sobre estas cuestiones inicialmente anotadas.

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