«¿Comer y beber para volver luego a tener hambre y sed, y poder de nuevo comer y beber hasta que se abra a mis pies el sepulcro y me trague, y ser yo mismo alimento que brota del suelo? ¿Engendrar seres semejantes para que también ellos coman y beban y mueran y dejen detrás de sí otros seres que hagan lo mismo que yo hice? ¿A qué este círculo volviéndose incesantemente sobre sí mismo […], este monstruo, devorándose constantemente a sí mismo para poderse de nuevo engendrar, y engendrándose para poderse de nuevo devorar?»

JG Fichte, Destino del hombre

*TANTAS COSAS que NO ENCAJAN. No sé vosotr@s, pero yo por lo menos tuve en su momento bastante partido el sentido interior: por un lado, esa mi educación cristiano-católica (mi párroco, mi profe de religión, diversas personas creyentes) me decía que yo era algo más que un cuerpo, y que ello, mi alma, sobreviviría a la muerte; por otro, mi cultura cientifista (mis profes de física y de biología, diversas personas ateas) me insistía en que no, que lo único que tenía era mi cuerpo; ambos dos credos sólo coincidían en que dicho cuerpo iba a morir (quasi-desaparecer), cosa, por lo demás, evidente. A ello digamos que se vinculaban dos diferentes maneras de encarar la vida: la cristiano-católica, (demasiado, para mí) pendiente de lo que pueda pasar después de esta vida, y la cientifista (demasiado, para mí) pendiente de lo que pase en esta vida, según además un modus (para mí) bastante simplificado, pretendiendo encajarlo todo según unas pocas variables, y usualmente a golpe de martillo pilón. Hace ya mucho tiempo que no me encajaron ninguna de estas dos opciones polares (dicotomización), y me dediqué a buscar otras opciones, según un camino de equilibrio.

*POST-VIDA y SENTIDO de VIDA. Podemos postular (¿por qué no?) una vida después de la vida (también una vida antes de la vida); podemos postular la ante-post-vivencia de nuestra consciencia; también podemos postular la posibilidad de una ciencia de la post-vida, o post-ciencia. Sin embargo, se ha de admitir que la post-vida, aparte de para complementar el sentido de la vida, se haya utilizado, consuetudinariamente por algunas tradiciones religiosas, como el único sentido de la vida. Nosotros, fieles a nuestro sentido de equilibrio, preferimos adscribirnos así a la primera de las dos opciones, que, por un lado, tendría en cuenta el valor de esta vida como tal, y por otro, relativizaría tal valor, al complementarlo o ampliarlo con un continuo. De lo que sí huiría nuestra línea de reflexión sería de un sentido de la vida eminentemente sensitivo, corporal y material, pues el humano posee una complejidad en sus registros que supera con creces una reducción tal.

*REDUCCIONISMO, MECANICISMO y HUMANISMO. Frente a este reduccionismo antropológico, diferentes ensayistas se han manifestado en el curso de nuestra reflexión, entre los que quisiéremos destacar al autor de las palabras por las que comenzábamos, JG. Fichte[i]. En su Destino del hombre (Bestimmung des Menschen), nuestro germano diserta sobre el para qué del humano en este mundo, en principio natural, pero en el que hemos sembrado cultura e historia; de esta manera, Fichte no acata el dogma materialista (Marx y cía.), y se queja acerbamente a su respecto, poniendo el dedo en la llaga de hacia qué depresiva perspectiva nos llevaría el reducir (y degradar) nuestra vida, dejándola en un ciclo, tan vicioso como perpetuo, cuando nuestro patronaje estructural (nuestra cosmovisión) se focalice en, y se ciña sólo a, nuestras funciones más básicas. Parece que las alternativas al objetualismo materialista-mecanicista (para algunos la única opción de sentido común), serían, o una serie de devaneos intelectuales, o una vuelta a discursos del pasado, a propósito de los que el occidental medio siente ya un cierto resquemor y decepción; es más, para el posmodernismo supuestamente sentiríamos decepción, no sólo respecto al metarrelato religioso, sino respecto a todo metarrelato. Agraciadamente, tenemos otras opciones humanistas que hagan honor a nuestra compleja condición, como cuando nos investigamos, no sólo como un objeto más (aunque sea especial), sino cada uno a sí mismo (egología e interiorización).

*INQUIETUD, PERPLEJIDADES y COMPLEJIDAD. Con todo, podemos elegir (sí) otro camino, a partir de pistas contrastables que se nos puedan ofrecer en nuestra experiencia de vida: la esperanza, la fe, el amor, el altruismo, el sacrificio, la ejemplaridad, la humildad, la cortesía, el arte, la inspiración, la creatividad, la vocación… son cuestiones positivas (en el sentido de concretas, incluso cotidianas) que, a mí por lo menos, me cuesta encajar en un simplón patronaje darwinista, pistas que pueden resultarnos como perplejidades, caso de enrocamos en estructuras de pensamiento rígidamente cristalizadas. Por mi parte, (me) animo a ir más allá, en todos los sentidos, impulsado por esa inquietud que también nos caracteriza como especie, pues, además, cuando le damos un sentido a nuestra vida de un modo complejo (no sólo seríamos un cuerpo-cerebro que tiene hambre y sed), estaríamos a las puertas de poder averiguar algo más sobre la post-vida… nos estaríamos ofreciendo esta posibilidad, y ello sin necesidad de ninguna proyección utópica que pueda desvirtuar esta vida presente. De hecho, el equilibrio nos llamaría de nuevo a una reciprocidad, que nos alentaría a postular el que la vida halle sentido en la post-vida, a la par que la post-vida encuentre sentido en la vida.


[i] Gracias maestro Fraijó por esta indicación.

Deja un comentario