Odio, compasión y perdón desde una ética positiva

*AJUSTANDO la COMPASIÓN y el PERDÓN. Venimos expresando que los valores de fraternidad, perdón y compasión, tal y como nos han sido enseñados (ello en un modo de simplicidad), o por lo menos tal y como yo los haya interpretado, no parecen, ni operativos, ni acordes con la positividad que nos acabamos encontrando. Las fórmulas “ofrecer la otra mejilla” o “amar a todo el mundo”, a pesar de haberme en ocasiones aplicado con denuedo, yo por lo menos, no he sido nunca capaz de ponerlas en práctica, y menos después de ser padre, momento a partir del cual también me tuve que aplicar en gestionar relaciones en las que mi hijo era protagonista, a modo de víctima (en principio inocente). Con todo, desde este estudio se manifiesta una firme creencia en la posibilidad de un antídoto frente al odio y la toxicidad, pero ello debe acometerse, desde una convivencialidad, según escenarios operativos y una ética positiva.

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Socio-escenarios de enemistad y fraternidad

Socio-escenarios de enemistad y fraternidad

*ODIO POSITIVO y PODER. Venimos hablando de ese elemento capital para con los seres humanos, que es la sociedad, tramada a partir de las relaciones sociopolíticas que mantenemos entre nosotros; venimos conversando así mismo sobre las emociones que nos inter-penetran mientras nos relacionamos, lo que nos lleva a caracterizar nuestras relaciones como socio-emocionales; venimos destacando así mismo la positividad del odio y el poder: odiamos, y en específico, odiamos a alguien.

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Condicionaje discursivo, convivencia e infraestructura

*TRAMA CONVIVENCIAL, DISCURSO y PODER. Desde un problema, la convivencia, y motivado por hallar un equilibrio discursivo cara a ésta, comencé mi camino de investigación, animado por algún presupuesto que me ayudasen a ordenar mínimamente lo que en principio se me aparecía como un confuso, además de doloroso, rompecabezas; un primero sería el que a los humanos nos cueste convivir (entendernos y llevarnos: esa convivencia problematizada); un segundo sería considerar a la convivencia como una trama compleja, con diferentes elementos, entre los que destaca el discurso (eso contingente e histórico que decimos-inteligimos), respecto del cual se podría considerar una especie de prediscurso (creencias mítico-religiosas), a diferenciar de otros elementos que podríamos conjuntar de modo genérico como extradiscuro (motivaciones e intereses, emociones –odios, afectos-, actitudes, experiencia, educación y cultura, relaciones sociopolíticas y poder, y otras relaciones económico-productivas, familiares); y un tercero consistiría en estimar que nuestra convivencia, sobremanera, dependa de (se vea condicionada por) nuestros discursos, lo cual nos llevaría a ver en ellos la causa (o, por lo menos, una de las más importantes) de nuestras dificultades convivenciales.

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Medios de manipulación de masas

Medios de manipulación de masas

«¿Se puede realmente distinguir entre los medios de comunicación de masas como instrumentos de información y diversión, y como medios de manipulación y adoctrinamiento? ¿Entre el coche como molestia y como conveniencia? ¿Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional?»

H. Marcuse, El hombre unidimensional

*REVOLUCIONES COMUNICATIVAS y PROGRAMACIÓN del SUJETO. Desde la invención de la imprenta (un hito digamos que aislado en el s.XV), la comunicación es un logro que lleva ya casi dos siglos dando saltos revolutivos, desde la concepción del telégrafo y la fotografía en el primer tercio del s.XIX, pasando por el teléfono, el cine y la radio (finales del S.XIX), la televisión y la computadora (primera mitad del s.XX), hasta llegar al PC, internet y la telefonía móvil (segunda mitad del s.XX). Es éste un progreso tecnológico que ha transformado, no sólo la sociedad occidental, sino nuestra ya aldea global, acercándonos a todos en el espacio, el lenguaje y el pensamiento. Siguiendo la voluntad socrática de examinar nuestras vidas, estamos obligados a poner nuestra atención en las consecuencias de todo ello, en especial sobre cómo pueda ser aprovechado para, de un modo cada vez más sutil y profundo, así como más fácil e inmediato, programarnos a los individuos, hacer de nosotros peones incluso de la geopolítica, sirviéndose para ello de la industria cultural[i]. Una intención tal debería superar con todo una barrera, la de nuestro discernimiento y espíritu crítico, nuestro pensar-dudar, pues, aunque alguno lo pretenda (ánimo mecanicista), el caso es que no somos máquinas. Luego, una cierta programación de un ser humano, aunque posible, e incluso facilitable, no puede darse de manera directa, sino que debe pasar por un proceso cuyo resultado sea que el sujeto tenga la sensación de que sus ideas (y su voluntad) son propias: es en esto en lo que consistiría la manipulación de las mentes, la incepción de ideas exógenas.

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Masas y responsabilidad individual en geopolítica

«Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer»

J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

*INDIVIDUO, MASA y GUERRA CULTURAL. Hemos animado a percatarnos de hasta qué punto el formato de colonización y lucha por el poder haya variado hacia éste de la guerra cultural, uno no novedoso (se puede considerar como siempre presente en toda conflagración), pero que hoy sería el más viable, debido a la idiosincrasia de nuestro mundo. Frente a ello, los humanos de a pie podría parecer que poco tengamos que decir en geopolítica, y más los de una sociedad psico-acomodada… pero mi opinión disiente: no cabría explicar cumplidamente las conflagraciones entre estados si, a su vez, no se tuviese en cuenta la aportación a ello de cada uno de nosotros. Aunque inicialmente un espíritu compasivo podría buscar amparar a los individuos, se ha de advertir que somos los individuos los que, al final, nos toca asumir la responsabilidad del devenir histórico: puede que los libros de historia no nos mencionen, pero ahí estamos, y nuestro papel jugamos, aunque a menudo de manera, no individual, sino conjuntados como masa [i] (peyorativo de colectivo o comunidad), y apareciendo ostensiblemente en escena cuando dicha masa tiene un peso específico, lo cual, habitualmente, acaba teniendo consecuencias desastrosas.

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Culturas corporativas

Culturas corporativas

*CULTURAS CORPORATIVAS como DIFERENTES MODOS de hacer NEGOCIO. A principios del s.XX, un ingeniero estadounidense, F.W. Taylor (1856-1915), publica The Principles of Scientific Management (1911), hoy considerado uno de los principales hitos en el desarrollo de una ciencia de la administración de empresas, junto a otros como el artículo «Administration industrielle et générale» (1916) del francés H. Fayol (1841-1925). Podemos contextualizar tales trabajos de investigación en el seno de un cada vez mayor interés en occidente, ya observable en el s.XIX, por la sociedad, así como por la historia, que había dado lugar a un adelanto sin paragón en las ciencias socio-humanas, las cuales se fueron perfilando con sus particulares metodologías, derivadas, a su vez, de las especificidades de su objeto de estudio, a diferenciarse de ese de las disciplinas más objetuales, como tradicionalmente pudiesen ser la física o la química. Entre tales ciencias ya habría despuntado la antropología, que ayudaba a abrir los ojos de los europeos a la positividad de otras culturas en el planeta, ellas tan humanas como la nuestra, lo cual contrastaba con el ánimo universalista de la racio-ilustración, así como del ideal clásico de racio-cientificidad. En este curso de reflexión, junto a la multiculturalidad, también se avanzó en el foco, y, más allá del ver y el contemplar, el hacer las cosas (la praxis) empezó a cobrar cada ver más protagonismo, un asunto que tomaron muy en serio esos pragmáticos estudiosos de la gestión organizativa. En avanzando el siglo, expertos en relaciones y recursos humanos, aprovechando los progresos de la sociología, junto a los de tales estudios antropológicos aplicados a grupos y comunidades, comenzaron a considerar el impacto de la cultura en el trabajo y la gestión de los negocios, de tal modo que, junto a una ciencia que buscase principios óptimos de administración, ellos generalizables, fue constatándose también el hecho de que las diferentes corporaciones hacían las cosas ‘a su manera’, sin poder evaluarse a priori cuál podría ser la mejor, una positividad armónica ésta con la idea del relativismo cultural. Esta preocupación reflexiva vino a ser recopilada por el psicólogo social G. Hofstede (1928-2020) en su ya popular Culture’s Consequences (1980), obra actualizada en 2010 con una publicación en coautoría con su hijo, Gert Jan, Cultures and Organizations: Software of the Mind.

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La convivencialidad como preocupación humanista

«¿Cómo es posible convivir -convivir humanamente- más allá de la pura conveniencia?»

H. Giannini, Reflexiones acerca de la convivencia humana

*Un HUMANO PREOCUPADO por la CONVIVENCIA. La exigencia de convivencialidad para con el discurso nos impelía a una investigación sobre el ser humano, más allá de discursos y patronajes estructurales heredados, entre los que destacaba ese objetualismo mecanicista, que habría pretendido conjuntar al humano con otros objetos de estudio, mitigando, sino eliminando, lo que justamente pudiese caracterizarlo de manera diferencial. Es por ello que comencé inclinándome hacia aquel punto de vista que tuviese como faro esa idiosincrasia humana (en particular, su capacidad de consciencia, culminante en la autoconsciencia), siempre que fuese respetuosa con todo lo demás: esta idea se puede nombrar como humanismo, una un tanto magullada, incluso tergiversada en el curso de nuestro devenir reflexivo. De esta forma, entre todo lo que leía, empecé a seleccionar a aquellos autores que, de manera más o menos explícita, podrían considerarse como humanistas, entre los que destacaban sabios ya milenarios como Buda, Sócrates o Jesucristo; en este acercamiento, busqué mi propia manera de interpretarlos, que a menudo se alejaba de otras paráfrasis previas.

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Los apuros del objetualismo mecanicista

«Pero tras esta interpretación de la psicoterapia como simple técnica se esconde algo de cinismo. Es cierto que se puede concebir al terapeuta como un técnico, pero sólo si hemos aceptado antes la visión del paciente como una especie de máquina. Diría que sólo un homme machine necesita de un médecin technicien»

V. Frankl, El hombre en busca del sentido último

*PATRONAJES sobre lo HUMANO: TRADICIÓN RACIO-OCCIDENTALISTA y MECANICISMO UTILITARISTA. Preocupado por la convivencia, en mi caminar investigador comencé a recopilar, inicialmente casi sin pretenderlo, bastante información a propósito del que parecía el protagonista ineludible de todo ello, el ser humano, tema que había sido estudiado según diferentes discursos y patronajes estructurales. El punto de vista que parecía predominar en mi tradición racio-occidentalista era un mecanicismo objetualista y utilitarista, que buscaba un estudio del humano en el marco de todo un acontecer-ser a tomar como objeto, con la persona tomada de este modo como objeto, y, en sociedad, como masa. La tradición racio-occidentalista pretendía con ello una idealizada racionalidad (desde la cosmopistia), en este caso aplicada al orden socio-económico, e instrumentada, tanto a través de un ideal de racio-fraternidad (para con la socio-organización), como por otro de racio-productividad (para con la producción), complementarios de ese otro discursivo, el ideal de racio-cientificidad. La cuestión es que la guía estructural de los patronajes se extendería más allá del objetual acontecer-ser (sea el mundo, sea la sociedad), y llegaría a nuestras propias vivencias (subjetuales), lo cual obligaba a rebuscar otras opciones que intentasen tratar al humano más como un sujeto: ello me retrotraía a esa época de nuestra cultura occidental que denominamos Modernidad.

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Un discurso convivencial desde la positividad-racionalidad

«A una persona realmente se la conoce por cómo te trata cuando ya no te necesita»

anónimo, pero genial

*POSITIVIDAD de la CONVIVENCIA PROBLEMÁTICA . Creo que todo empezó la primera vez que me di cuenta de que convivir no era tan fácil… Primero, porque hemos de aceptar que, a pesar de la civilización, nos seguimos odiando… porque además persiste el ansia de poder socio-político y económico, ya sea cotidiana o geopolíticamente, de lo que se siguen derivando hostilidades, aunque sea en un formato más refinado (guerras culturales)… porque los logros del humanismo moderno (sociales, jurídicos, tecnológicos,…) puedan haberse tergiversado en el modo de psicomodidad, estado másico y manipulación mediática de los ciudadanos… en definitiva, porque, a pesar de todo, entenderse sigue siendo un reto, incluso entre miembros de la misma familia, círculo de amistad, barrio o cultura… Sí, nos cuesta llevarnos (convivir, vamos), incluso hasta el punto de poder llegar a las manos (pelear, guerrear), tanto individualmente como organizados sociopolíticamente.

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Humanismo egológico, interiorización y deconstrucción

«La verdad sólo puede tolerarse si la descubres tú mismo porque entonces, el orgullo del descubrimiento hace que la verdad sea palpable»

F. Perls

*RACIOCRÍTICA desde una INCIPIENTE EGOLOGÍA. En la empresa de investigación al respecto de todo lo que me inquietaba, como pudiese ser la exigencia de convivencialidad para con el discurso, empecé como mero aprendiz (es lo suyo), siendo conducido por lo que se decía, o pudiere haber sido investigado, sobre el asunto. Así, debo decir que tuve esta primera guía por parte del punto de vista e interpretación de otros, en este tema que tenía como protagonistas a los seres humanos, y no sólo sobre su conducta (más ‘exterior’), sino incluso sobre su vivencia (más ‘interior’). Aunque en mi niñez eso no pareció importarme, cuando empecé a preocuparme más en general, y en específico sobre la cuestión que nos atañe, puedo confesar que acabé por sentirme perturbado y agobiado, buscando entre tales puntos de vista e interpretaciones aquel con el que yo, como ser humano, me sintiese más comprendido (diferente a cómodo). Se me empezaron a asentar entonces tres meta-ideas, que a la postre resultaron claves para esta investigación raciocrítica, pero que comenzaron como fundamentales para mi propia gestión (ver egología).

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