«¿Se puede realmente distinguir entre los medios de comunicación de masas como instrumentos de información y diversión, y como medios de manipulación y adoctrinamiento? ¿Entre el coche como molestia y como conveniencia? ¿Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional?»

H. Marcuse, El hombre unidimensional

*REVOLUCIONES COMUNICATIVAS y PROGRAMACIÓN del SUJETO. Desde la invención de la imprenta (un hito digamos que aislado en el s.XV), la comunicación es un logro que lleva ya casi dos siglos dando saltos revolutivos, desde la concepción del telégrafo y la fotografía en el primer tercio del s.XIX, pasando por el teléfono, el cine y la radio (finales del S.XIX), la televisión y la computadora (primera mitad del s.XX), hasta llegar al PC, internet y la telefonía móvil (segunda mitad del s.XX). Es éste un progreso tecnológico que ha transformado, no sólo la sociedad occidental, sino nuestra ya aldea global, acercándonos a todos en el espacio, el lenguaje y el pensamiento. Siguiendo la voluntad socrática de examinar nuestras vidas, estamos obligados a poner nuestra atención en las consecuencias de todo ello, en especial sobre cómo pueda ser aprovechado para, de un modo cada vez más sutil y profundo, así como más fácil e inmediato, programarnos a los individuos, hacer de nosotros peones incluso de la geopolítica, sirviéndose para ello de la industria cultural[i]. Una intención tal debería superar con todo una barrera, la de nuestro discernimiento y espíritu crítico, nuestro pensar-dudar, pues, aunque alguno lo pretenda (ánimo mecanicista), el caso es que no somos máquinas. Luego, una cierta programación de un ser humano, aunque posible, e incluso facilitable, no puede darse de manera directa, sino que debe pasar por un proceso cuyo resultado sea que el sujeto tenga la sensación de que sus ideas (y su voluntad) son propias: es en esto en lo que consistiría la manipulación de las mentes, la incepción de ideas exógenas.

*ESTADO MÁSICO y CAUDAL INFORMATIVO. La manipulación de las mentes individuales por parte de otros, por parte del poder[ii], se vería, en primer lugar, facilitada por un mayor estado másico en relación a los sujetos: dicho de otra manera, y desde una perspectiva humanista, es más fácil manipularnos cuanto más parte de la masa formemos, o más nos hallemos psico-acomodados, cargados con odios, o hechizados por oníricas utopías. A esto se añadiría la cantidad de información ‘externa’ a procesar, un caudal que cada vez se tornaría más y más desbordante (en su cantidad) y diversificado (diferentes fuentes), ello por tal mentado desarrollo de los medios de comunicación, así como de su democratización, que supondría el poder hablar, tanto de medios másicos (mass media, medios de comunicación de masas) como de sociedad de la información.

*ENGAÑO y REALIDAD. En segundo lugar, es importante señalar que la manipulación mental resulta posible sólo desde una perspectiva que supere el realismo ingenuo: si creyésemos que sólo haya una única realidad objetiva, y además que sólo cupiese un legítimo punto de vista (de percepción y de discurso) al respecto, entonces, en vez de manipulados, los individuos seríamos más bien engañados, como seres insulsos incapaces de distinguir, de modo sencillo, entre la realidad y la apariencia, entre la verdad y la falsedad. Sin embargo, el asunto dista bastante de ser tan simple, pues, para empezar, nuestra percepción de la realidad es algo de todo menos simple. Ya hemos mencionado la aportación a esta complejidad por parte de la información desde el ‘exterior’; ahora tocaría hablar del procesamiento ‘interior’.

*MARGEN de MANIOBRA y CONDICIONAJE DISCURSIVO. Aunque podríamos hallar un estándar en tal procesamiento, el caso es que, sin llegar a atacar, en un estilo posmodernista, la existencia de una realidad común, parece plausible creer que cada uno, no sólo discurramos a nuestro modo (o al de nuestras socio-culturas), sino que incluso lo hagamos así en nuestra percepción, cabiendo que cada uno pueda percibir la misma realidad de diferente manera, aunque sólo sea en detalles (que podrían llegar a ser muy importantes), y según determinadas condiciones de percepción-discurso. Con ello se abriría la puerta a la posibilidad de que pudiésemos ser condicionados por parte de otros, u otras entidades, que conociesen la manera de acceder a nuestros niveles infra-discursivos, para así disponernos según su intereses[iii], con consecuencias, no sólo en el plano de nuestra convivencia, sino de nuestra salud psíquica. Se tornaría oportuno entonces interpelarse del modo siguiente: ¿no sería interesante una investigación sobre el discurso en estos términos (ponderando y juzgando consecuencialmente la oportunidad de nuestros discursos, así como su condicionaje), cara, no sólo a defender nuestra dignidad como humanos, sino a mejorar nuestra convivencia, así como nuestro equilibrio racio-emocional?… La concepción metafórica de las condiciones del discurso como unas gafas interpuestas, además de intercambiables (y manipulables), podría ayudarnos a explicarnos y autorizarnos en este sentido.


[i] Hace algo así como un siglo, los frankfurtianos M. Horkheimer, T. Adorno y H. Marcuse ya criticaron las sociedades occidentales contemporáneas como tecnocráticas, en las que la razón instrumental (diferente a una originaria razón moderno-ilustrada) habría puesto en funcionamiento un poderoso mecanismo de dominación, la industria cultural, la cual, a través de los medios másicos (revistas, radio, música, cine, televisión…), y en entornos propicios de ocio, publicidad o (supuesta) información, buscaría la manera de imponer los modelos alienantes que conviniesen a los ‘amos del mundo’ (esos magnates que controlarían los sectores estratégicos, como las materias primas o la energía), y ello a modo de monopolio, excluyendo o marginando como se pueda a otros modelos culturales competidores, especialmente aquellos humanistas que estimulasen la creatividad (no controlada por ellos) del individuo, y buscasen, en definitiva, la emancipación del humano; su trabajo crítico-sociológico habría sido seguido en la segunda mitad del s.XX por J. Habermas.

[ii] Puede consultarse El dominio mental, del Coronel P. Baños.

[iii] M. Foucault, a través de su concepto de juegos de verdad, pretendió examinar la relación biunívoca saber-poder (y poder-saber), según la cual, no sólo el discurso (todo, incluyendo el científico) ejercería poder, sino que el poder se serviría del discurso (de nuevo, incluyendo al científico) para sus intenciones.

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