Pensamiento crítico, filosofía y racio-cientificidad

«El opuesto de una frase correcta es una frase errónea. Pero el opuesto de una verdad profunda puede ser muy bien otra verdad profunda»

N. Bohr

*TRADICIÓN RACIO-OCCIDENTALISTA como ILUSORIA CONFIANZA: la RACIONALIDAD IDEALIZADA. Cuando era niño-joven, esa parte más ordenada de mí se vio embelesada por mi tradición racio-occidentalista, por la (supuesta) seguridad que (me) transmitía, que (supuestamente) transmitían a la par aquellos que creían fielmente en ella, imbuidos sobre todo por una noción clave: la racionalidad. La racionalidad se habría encomiado en Occidente como una facultad distintiva humana, ello en dos momentos históricos, la Grecia clásica y la Modernidad-Ilustración, a valorarse como medicina frente al condicionaje discursivo (la costumbre, el prejuicio, la autoridad, el dogma, la emoción y la actitud subjetiva…). A partir de tal racionalidad, yo me motivaba, p.e. para estudiar según esta pauta, y me sentía confiado y confortable; tan era así, que mis relaciones con los demás se veían influidas por esta prestancia que me venía a conformar, y seguramente que debía exhibir una imagen de tipo recio y determinado… eso creo… o eso quería creer. Sin embargo, en algún momento todo esto vino a ser sustituido por una inquietud, según me preocupaba más por la convivencia entre nosotros los humanos, lo cual me fue apartando de dicha racionalidad tradicional, para reconsiderarla como una idealización, y quedando de este modo aquella mi confianza como ilusoria.

*IDEALES RACIONALES y UTOPÍA. A esta racionalidad idealizada (o racio-idealidad, que implica una racio-normatividad, o presuposición de un canon racional) que se pretendía desde mi tradición racio-occidentalista le fui dando un formato cada vez más preciso a partir de una serie de ideas:

  • Racio-cientificidad, o ideal de un discurso universal-objetivo y necesario, u obsesión por la verdad y la certeza (cientifismo positivista);
  • Racio-intelectualidad, o ideal de un discurso canónico, u obsesión por la lógica (logicismo);
  • Racio-fraternidad, o ideal de socio-organización (o convivencia) ordenada, normada e igualitaria, u obsesión por la bondad (cristiano-catolicismo);
  • Racio-felicidad, o ideal de psiquismo emocional (o estado de ánimo), u obsesión por el bienestar y la realización (eudemonismo);
  • Racio-productividad, o ideal de producción económica, u obsesión por la utilidad (mecanicismo objetualista y utilitarista).

Como se puede ver, lo primero que salta a la vista es que, más que ideas, ellas se han de reparar como ideales, a partir de su contrastación con lo empírico-positivo, en el sentido de que, como fui advirtiendo, no se corresponderían con lo que acontece (o lo que pueda acontecer), sino que más bien sean elevados objetivos que se sueñan, y que, según pude ir comprobando, haya de acabar enquistándose como proyectos utópicos, con daño para con las personas. Lo peor de todo es que estas ideas se hallaban bien arraigadas en mi mente, a modo de dicho racio-occidentalismo intelectual-cultural (ver patronajes metadiscursivos), tanto como para operar en un nivel subconsciente (ver infraestructura), condicionándome (en mi interpretación, decisión y curso de acción) sin yo tener claro hasta qué punto ello estaba siendo así.

*RACIONALIDAD CIENTÍFICA, CENSORA y CRÍTICA. No obstante, más allá (o más acá) de su idealización, la racionalidad podría estimarse desde otros puntos de vista, que podemos entresacar del debate histórico que el asunto habría suscitado. Veamos…

  • Para algunos, la racionalidad propondría un camino alternativo en nuestro propósito de fundamentar, en el sentido de una búsqueda de verdad, encauzada por un trabajo reflexivo y contrastativo, y animada por una objetividad investigadora, en la tradición de la ciencia racio-empírica, aunque puede conducir al dogmatismo;
  • Para otros, la racionalidad nos auxiliaría en todo lo contrario, es decir, a cuestionar el discurso, habitualmente el de los demás, excepcionalmente el nuestro, lo cual se puede llevar hasta una racio-censura, que habitualmente conduce al disgregador escepticismo;
  • Además, se puede estimar un camino del medio, para evitar la polaridad dogmatismo-escepticismo, cuestionando deconstructivamente censuras, fundamentaciones o condicionajes, según lo que conocemos como raciocrítica o pensamiento crítico, en la tradición de la filosofía.

En tal transcurrir histórico, una equilibrada tradición racio-moderna (s.XVI-s.XVIII), se habría visto truncada por una radicalización en los propósitos y presupuestos racionales, lo cual vino a acontecer durante los s.XIX y primera mitad s.XX, en una deriva hipermoderna, que supuso la conformación de esta tradición racio-occidentalista, ello con el desarrollo de una ciencia cientifista, abonada a ese discurso universal-objetivo y necesario. A esta emergencia se sumó a su vez un efecto de exclusión epistémico-cultural para con la empresa raciocrítica o filosófica (y de paso para con la extrañeza y la maravilla), la cual paulatinamente fue cayendo en desgracia; un proceso paralelo fue aconteciendo con la dedicación religiosa.

*POSITIVIDAD del CONDICIONAJE DISCURSIVO y SOCIOPOLÍTICA. Con todo, el discurso (lo que intelegimos-decimos) se habría entendido más actualmente (segunda mitad s.XX) de otra manera diferente a como racionalidad, es decir, en términos de condicionaje y sociopolítica, a partir de lo cual me vi estimulado a observar con más detenimiento las relaciones entre lo racional, lo discursivo, lo prediscursivo y lo extradiscursivo. Llegados a este punto, aunque se me hubiesen presentado la positividad del condicionaje discursivo y la racionalidad como dos argumentos opuestos, con mi reflexión busqué la manera de hallar un camino del medio, que hallé desde una metaperspectiva, la cual me otorgaba otro punto de vista, según el que dicha dicotomía acontecería sólo caso de idealizar la racionalidad (estilo ‘hiper’ de la tradición racio-occidentalista); caso de moderar dicha racionalidad, en la tradición racio-moderna, ajustando los propósitos de la ciencia racio-empírica, y dándole un mayor protagonismo a la racionalidad crítica (única capaz de contener dicho condicionaje, sin pretender utópicamente erradicarlo), se conseguía entonces superar polarizaciones, sin necesidad de que la racionalidad descartase al condicionaje, o viceversa.

*CIENCIA SOCIOPOLÍTICA y RACIOCRÍTICA DISCURSIVA. En consecuencia, una vez aceptada esa positividad respecto al poder de las ideas y el condicionaje discursivo (lo cual vino a presentárseme así a partir de la mentada preocupación por la convivencia, con asuntos graves como el odio, las guerras culturales, la psicomodidad o el estado másico), aunque ello supusiese un ataque al cientifismo y su ideal de racio-cientificidad, esto no tendría por qué suponer el abandono de toda racionalidad (sea la crítica, sea incluso la científica), que es el camino que, a diferencia de esta investigación, al final tomaron los postestructuralistas (como Foucault) o los posmodernistas (como Lyotard o Vattimo). Podemos añadir que, respecto a la razón científica (no obligadamente cientifista radical), no se desestima que una ciencia sociopolítica nos pueda ayudar a entender mejor al poder, siempre que ello sea en sus propios términos. En cuanto a la raciocrítica, nos ayudaría por su lado a entender y explicar el discurso, para lo cual sí aceptaríamos el pioneraje de Foucault[i], y su concepción de la relación de ida y vuelta entre el poder y el saber; no obstante, debido a la animadversión que mostró sin matices frente a lo racional, esta investigación del discurso por nuestra parte nos habría llevado a separarnos de la senda del francés, pues el estudio del discurso en sus propios términos lo consideramos de raíz racional, aunque, como se ha indicado, crítica, exigente por su parte de una metaperspectiva, no obligatoriamente transcendental, pero sí tridimensional [ii].


[i] M. Foucault desarrolló su investigación del discurso, atacando inicialmente las condiciones internas específicas del de las ciencias socio-humanas (investigación arqueológica), para continuar desvelando también las condiciones extradiscursivas de todo discurso (investigación genealógica), conjuntadas como poder, con lo que asentaba una relación biunívoca entre saber-poder, y poder-saber (tanto monta), que denominó juegos de verdad.

[ii] Se torna necesario hacer esta apreciación pues parecería que la perspectiva metadiscursiva se asemejase al lugar trascendental del que partiese Kant para su examen epistemológico sobre los límites de la razón y el conocimiento; de nuestra aceptación de la crítica posterior, que aduciría que la levedad y limitación humana no permitiría lugares trascendentales o incondicionados, se infiere la caracterización de la metaperspectiva como tridimensional, pero, con todo, condicionada y limitada; véase la nota [iii] en «De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía» en relación a la aportación de F. Schlegel al ánimo metafilosófico.

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