Medios de manipulación de masas

Medios de manipulación de masas

«¿Se puede realmente distinguir entre los medios de comunicación de masas como instrumentos de información y diversión, y como medios de manipulación y adoctrinamiento? ¿Entre el coche como molestia y como conveniencia? ¿Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional?»

H. Marcuse, El hombre unidimensional

*REVOLUCIONES COMUNICATIVAS y PROGRAMACIÓN del SUJETO. Desde la invención de la imprenta (un hito digamos que aislado en el s.XV), la comunicación es un logro que lleva ya casi dos siglos dando saltos revolutivos, desde la concepción del telégrafo y la fotografía en el primer tercio del s.XIX, pasando por el teléfono, el cine y la radio (finales del S.XIX), la televisión y la computadora (primera mitad del s.XX), hasta llegar al PC, internet y la telefonía móvil (segunda mitad del s.XX). Es éste un progreso tecnológico que ha transformado, no sólo la sociedad occidental, sino nuestra ya aldea global, acercándonos a todos en el espacio, el lenguaje y el pensamiento. Siguiendo la voluntad socrática de examinar nuestras vidas, estamos obligados a poner nuestra atención en las consecuencias de todo ello, en especial sobre cómo pueda ser aprovechado para, de un modo cada vez más sutil y profundo, así como más fácil e inmediato, programarnos a los individuos, hacer de nosotros peones incluso de la geopolítica, sirviéndose para ello de la industria cultural[i]. Una intención tal debería superar con todo una barrera, la de nuestro discernimiento y espíritu crítico, nuestro pensar-dudar, pues, aunque alguno lo pretenda (ánimo mecanicista), el caso es que no somos máquinas. Luego, una cierta programación de un ser humano, aunque posible, e incluso facilitable, no puede darse de manera directa, sino que debe pasar por un proceso cuyo resultado sea que el sujeto tenga la sensación de que sus ideas (y su voluntad) son propias: es en esto en lo que consistiría la manipulación de las mentes, la incepción de ideas exógenas.

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Marxismo humanista desde Frankfurt

«El derecho y el deber de todo hombre que piensa es juzgar al mundo que se ha convenido en llamar libre según sus propios criterios»

M. Horkheimer

*AÑOS VEINTE APARENTEMENTE FELICES. Hace algo menos de cien años (1923) se fundó en el seno de la Universidad de Frankfurt el Institut für Sozialforschung (Instituto para la Investigación Social, de ahora en adelante el Instituto). A pesar de que existe una caracterización popular de la tercera década (los años veinte) de nuestro siglo precedente como “los felices años”, no todo el mundo parece que estuviese en esta onda, y ya algunos empezaban a estar preocupados por ciertos aromas de radicalización que pudieran estar impregnando a las sociedades occidentales. El Instituto pudo reunir así investigadores venidos de horizontes diversos, interesados por el escudriñamiento de los factores de dominación en nuestra sociedad post antiguo régimen (post revolución francesa), en las que se supone que los ideales moderno-ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad serían el faro directriz.

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Masas y responsabilidad individual en geopolítica

«Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer»

J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

*INDIVIDUO, MASA y GUERRA CULTURAL. Hemos animado a percatarnos de hasta qué punto el formato de colonización y lucha por el poder haya variado hacia éste de la guerra cultural, uno no novedoso (se puede considerar como siempre presente en toda conflagración), pero que hoy sería el más viable, debido a la idiosincrasia de nuestro mundo. Frente a ello, los humanos de a pie podría parecer que poco tengamos que decir en geopolítica, y más los de una sociedad psico-acomodada… pero mi opinión disiente: no cabría explicar cumplidamente las conflagraciones entre estados si, a su vez, no se tuviese en cuenta la aportación a ello de cada uno de nosotros. Aunque inicialmente un espíritu compasivo podría buscar amparar a los individuos, se ha de advertir que somos los individuos los que, al final, nos toca asumir la responsabilidad del devenir histórico: puede que los libros de historia no nos mencionen, pero ahí estamos, y nuestro papel jugamos, aunque a menudo de manera, no individual, sino conjuntados como masa [i] (peyorativo de colectivo o comunidad), y apareciendo ostensiblemente en escena cuando dicha masa tiene un peso específico, lo cual, habitualmente, acaba teniendo consecuencias desastrosas.

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Alianzas en defensa de las libertades individuales

«La verdad es la primera víctima de la guerra»

atribuida a Esquilo

*La HISTORIA de OCCIDENTE desde el PUNTO de VISTA de los SIMPLES INDIVIDUOS. Podríamos creer que la verdad sea la primera víctima de la guerra, principalmente en las guerras culturales; pero, sin lugar a duda, deberíamos considerar del mismo modo a los sencillos individuos, incluso en las guerras culturales. El occidentalismo (y su deriva cultural, o racio-occidentalismo) ya durante el s.XIX, y culminantemente en el s.XX (véase industria cultural y medios másicos), se supo vender al mundo, y en especial a los propios ciudadanos de Occidente, como adalid de la Modernidad (o superación del antiguo régimen), así como defensor de las libertades del individuo y del constitucionalismo democrático. Este discurso lo hicieron propio los autodenominados aliados a propósito de la Guerra Mundial, Francia y los países anglosajones GB y EEUU, estados que, de modo cada vez más ostentoso (destacando finalmente EEUU)[i], se fueron atribuyendo la capacidad de injerir en la política y la economía de otros países y sociedades, y además esgrimiendo esa sensibilidad (y soporte moral) de hacerlo por el bien de la población (local y global), una atribución que persiste, a pesar de que ya cayese la que se dijo en su momento era la mayor amenaza de la civilización occidental, aquel marxismo soviético. El s.XX, particularmente las industrializaciones y la tan lamentable como devastadora Guerra Mundial, como pináculo del proceso de inestabilidad social decimonónico, nos vino a mostrar una realidad diferente, en la que, para los superpoderosos estados occidentales, los individuos no habrían consistido sino en piezas de la partida por el predominio mundial, y/o engranajes en la maquinaria productivo-consumista, una realidad bastante lejana del programa de la tradición racio-moderna occidental. De esta manera, los mismos ciudadanos de occidente se habrían de considerar como unos damnificados más de tal occidentalismo y su voluntad supremacista, de tal modo que se podría decir que el conjunto de los desfavorecidos incluiría también a tales occidentales, aunque puede que no hubiesen sido éstos tan damnificados del disfavor como otros habitantes del planeta. Nos vemos obligados a expresar esta advertencia, pues, sea como sea, la gente llana no parece que cuente para los libros de historia.

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Culturas corporativas

Culturas corporativas

*CULTURAS CORPORATIVAS como DIFERENTES MODOS de hacer NEGOCIO. A principios del s.XX, un ingeniero estadounidense, F.W. Taylor (1856-1915), publica The Principles of Scientific Management (1911), hoy considerado uno de los principales hitos en el desarrollo de una ciencia de la administración de empresas, junto a otros como el artículo «Administration industrielle et générale» (1916) del francés H. Fayol (1841-1925). Podemos contextualizar tales trabajos de investigación en el seno de un cada vez mayor interés en occidente, ya observable en el s.XIX, por la sociedad, así como por la historia, que había dado lugar a un adelanto sin paragón en las ciencias socio-humanas, las cuales se fueron perfilando con sus particulares metodologías, derivadas, a su vez, de las especificidades de su objeto de estudio, a diferenciarse de ese de las disciplinas más objetuales, como tradicionalmente pudiesen ser la física o la química. Entre tales ciencias ya habría despuntado la antropología, que ayudaba a abrir los ojos de los europeos a la positividad de otras culturas en el planeta, ellas tan humanas como la nuestra, lo cual contrastaba con el ánimo universalista de la racio-ilustración, así como del ideal clásico de racio-cientificidad. En este curso de reflexión, junto a la multiculturalidad, también se avanzó en el foco, y, más allá del ver y el contemplar, el hacer las cosas (la praxis) empezó a cobrar cada ver más protagonismo, un asunto que tomaron muy en serio esos pragmáticos estudiosos de la gestión organizativa. En avanzando el siglo, expertos en relaciones y recursos humanos, aprovechando los progresos de la sociología, junto a los de tales estudios antropológicos aplicados a grupos y comunidades, comenzaron a considerar el impacto de la cultura en el trabajo y la gestión de los negocios, de tal modo que, junto a una ciencia que buscase principios óptimos de administración, ellos generalizables, fue constatándose también el hecho de que las diferentes corporaciones hacían las cosas ‘a su manera’, sin poder evaluarse a priori cuál podría ser la mejor, una positividad armónica ésta con la idea del relativismo cultural. Esta preocupación reflexiva vino a ser recopilada por el psicólogo social G. Hofstede (1928-2020) en su ya popular Culture’s Consequences (1980), obra actualizada en 2010 con una publicación en coautoría con su hijo, Gert Jan, Cultures and Organizations: Software of the Mind.

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Occidentalismo y guerra cultural

*OCCIDENTE por ENCIMA. Las culturas luchan, incluso guerrean por la supremacía y el poder, sea con formatos más groseros, sea con otros más sutiles. En la actualidad, nuestro contexto posmoderno da lugar más bien a estas guerras culturales, en las que la hegemonía, no sólo política o económica, está en juego, ello con otras armas y otros contendientes, ideas y pensadores. En este juego, las sociedades occidentales, no sólo no han supuesto una excepción, sino que se han dedicado al asunto con auténtico denuedo. El himno alemán, con la incomparable música de J. Haydn, se expresa meridianamente y con contundencia: «Deutschland, Deutschland über alles, über alles in der Welt» («Alemania, Alemania por encima de todo/s, por encima de todo/s en el mundo»). Aunque muchos occidentales se hayan manifestado en contra de esta idea, tildándola de aberrantemente pangermanista, sobre todo a raíz de los graves acontecimientos bélicos (y genocidas) del pasado s.XX, lo cierto, y honestamente, es que una denuncia así no podría considerarse sino hipócrita, pues bien podría cantarse un hipotético himno occidental como «Occidente, Occidente por encima de todo/s, por encima de todo/s en el mundo» («Western world, Western world above all/everyone, above all/everyone along the world», «L’Ouest, l’Ouest au-dessus de tout le monde, au-dessus de tout le monde dans le monde»): Occidente, Alemania incluida, al igual que Francia, Anglosajonia, España y Portugal, ha lidiado por el poder mundial, formando parte de tal dinámica, como no, el que los occidentales hayamos luchado entre nosotros.

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El fin de la historia marxista soviética

*El FIN de la GUERRA. Hacia las 23 horas del 9 de noviembre de 1989 diferentes grupos de personas se habían acercado al muro del comunismo que dividía Berlín, y al mundo, en dos socioculturas enfrentadas, desde hacía unas décadas gélidamente, pero con momentos de inquietante excitación. Su derrumbamiento provocado fue tomado por muchos de espíritu e imaginación optimista, entre los que me incluyo, no ya como el fin de la guerra fría, sino de (casi) toda guerra[i], ello seguramente que condicionado por un deje occidentalista. Ya han pasado más de treinta años, durante los cuales nos han pasado cosas… cabría esperar que no hubiesen pasado, ni los años, ni las cosas, sin que hayamos aportado la suficiente reflexión al respecto. Por mi parte, no he dejado de preocuparme por, y estar atento a, la convivencia, ya sea en local, ya en global, y sí, podría parecer que el fantasma de una nueva guerra mundial abierta y caliente, por los menos entre los occidentales, se hubiese disipado. Bien podría aceptarse entonces un bondadoso proscenio para con nuestro nuevo siglo-milenio, pues, digamos que, después de tanto sufrimiento en el siglo pasado, bien nos mereceríamos el advenimiento de una época de prosperidad y paz en el mundo.

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Guerras culturales

«Los guerreros victoriosos ganan primero y luego van a la guerra, mientras que los guerreros derrotados van primero a la guerra y luego tratan de ganar»

Sun Tzu, El arte de la Guerra

*PREDOMINIO CULTURAL y PRODUCCIÓN DISCURSIVA. Desde que el humano es humano, se halla inmerso, nos hallamos inmersos, en una interminable guerra cultural e intelectual, en la que se enfrentan discursos (dialéctica discursiva), así como modos de vida y sociedad[i]. En nuestro mundo del s.XXI, los superestados se seguirían enfrentando según este formato más sofisticado, en el que el objetivo a conquistar ya no serían territorios y cuerpos, sino espacios discursivos y mentes, a influir y persuadir (incluso manipular), aplicándose entonces las sociedades implicadas en producir comprensiones exportables a través de sus sistemas de industria cultural, que buscarían sacar rédito de nuestro preocupante nivel de psicomodidad. Es así que hoy es cuando con más claridad este enfrentamiento se nos expone, una vez que aparentemente se haya superado el concepto bélico tradicional, ya sea el caliente, ya sea el frío; en ello, las potencias imperiales, aún sin dejar de mirar por sus propios intereses en el marco de la disputa por el dominio mundial, parece que hayan aprendido, por lo menos, y hasta cierto punto, de la desastrosa gestión que supuso el s.XX[ii]. De esta forma, la convivencia, en el contexto global presente, y tras la caída del muro de Berlín, se puede interpretar en el estilo conflictivo de una serie de guerras culturales[iii], con un teatro que trascendería el concepto comunitario de aldea, a la par que el espacial de región, sustituidos entonces por el ámbito paninternáutico. Los humanos nos hallamos en medio de estas guerras, a menudo sin saber qué sacamos a cambio, salvo control, dominación y molicie, ello incluso desde nuestras propias culturas, capaces de vigorosamente condicionarnos en nuestras vidas.

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15-M: Realismo vs. Idealismo

*FILOSOFÍA COTIDIANA. Es usual que el ciudadano no inmerso en la densidad de la reflexión filosófica vea ésta como un baladí divertimento intelectual. Pero ¿y si se pudiese pensar lo cotidiano en términos más acordes con esa reflexión? Se puede probar un experimento tal, intentado buscar conexiones entre acontecimientos socioculturales recientes y ese trasfondo especulativo. El autor tiene así la intención de ponerse manos a la obra para mostrar cómo un emblemático movimiento social y popular del s.XXI, el 15-M (Indignados a nivel mundial), pueda ser entendido en términos de la dialéctica ya vetusta entre el realismo y el idealismo, con la siempre oportuna intervención del raciocriticismo, desde la perspectiva del acontecimiento clave de la centuria pasada, la Guerra Mundial II.

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Trumpismo, totalitarismo y psicoanálisis

*TRUMPISMO. Vale. La cuestión es por qué la llegada de Trump al poder pueda suponer un estímulo para recordar las circunstancias de nuestro legado veintesco (del siglo precedente), así como el papel de los diferentes protagonistas, políticos (Hitler, Lenin, Stalin) o intelectuales (la Escuela de Frankfurt). Antes de nada se torna preceptivo advertir que toda investigación, aunque no pueda evitar los condicionantes valorativos (tampoco los emocionales), por lo menos debería intentarlo, debería intentar tener como un objetivo el apoyarse fundamentalmente en los hechos: al igual que M. Rajoy ganó las dos últimas elecciones en España (sin ningún tipo de tongo ni golpe de Estado), al igual que la dirección del Partido Socialista Obrero Español reglamentariamente decidió no apoyar a su secretario general P. Sánchez, Trump ha conseguido que le voten algo más de cuarenta y ocho millones de estadounidenses, y por ello le veremos sentado en el despacho oval. Una apreciación subjetiva, un deseo, una antipatía, un esquema de valores, no puede enturbiar la percepción como para decir otra cosa. Si en vez de dejarse llevar, la voluntad pudiese mantenerse firme, la reflexión podría entonces encaminarse a dilucidar las circunstancias que hayan posibilitado estos hechos, incluso se podría pedir, en un ejercicio de honestidad y autocrítica (bajo el imperativo de mirar la viga en el ojo propio antes que la paja en el ajeno), el revisar cómo uno, o nuestra sociedad, o la comunidad con la que nos sintamos más afines, o las ideas con las que nos sintamos más identificados, hayan podido contribuir a que los hechos hayan ocurrido (o pudiesen ocurrir en el futuro) de esta guisa.

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