Marxismo humanista desde Frankfurt

«El derecho y el deber de todo hombre que piensa es juzgar al mundo que se ha convenido en llamar libre según sus propios criterios»

M. Horkheimer

*AÑOS VEINTE APARENTEMENTE FELICES. Hace algo menos de cien años (1923) se fundó en el seno de la Universidad de Frankfurt el Institut für Sozialforschung (Instituto para la Investigación Social, de ahora en adelante el Instituto). A pesar de que existe una caracterización popular de la tercera década (los años veinte) de nuestro siglo precedente como “los felices años”, no todo el mundo parece que estuviese en esta onda, y ya algunos empezaban a estar preocupados por ciertos aromas de radicalización que pudieran estar impregnando a las sociedades occidentales. El Instituto pudo reunir así investigadores venidos de horizontes diversos, interesados por el escudriñamiento de los factores de dominación en nuestra sociedad post antiguo régimen (post revolución francesa), en las que se supone que los ideales moderno-ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad serían el faro directriz.

Vladimir Ilyich Ulyanov "Lenin"

*MARX vs. LENIN. De acuerdo. En la época en que se fundó el Instituto, la mayor parte de los intelectuales progresistas (algunos relacionados con el Instituto) creía en la idea marxista de la superación del sistema capitalista y el advenimiento de la sociedad como mínimo más igualitaria. Desde el inicio de la revolución rusa del 17, los pensadores marxistas europeos veían en ésta la concreción del ideario del de Tréveris. Ello exige, con la perspectiva del estudio histórico, una matización: tales ideas calaron en los movimientos sociales que desencadenaron la caída del régimen zarista (y el advenimiento del comunismo en Rusia) a través de la figura de Lenin (1870-1924), en un patronaje que se conoce como marxismo-leninismo, el cual se convertiría en la doctrina oficial del nuevo régimen, apoyado entre otros por Stalin. La mente de Lenin, ante todo estructurada políticamente, supo aprovechar el momento para hacer realidad la praxis revolucionaria deseada por el idealista (no en el sentido de hegeliano sin más, sino más bien como sinónimo de utopista) Marx, pero introduciendo una serie de cuestiones operativas que daban viabilidad al proyecto. Marx (y Engels) confiaban en que la revolución no fuese más que la puntilla de un proceso auto-degenerativo del propio capitalismo; Lenin, más perro viejo, sospechaba que el sistema acabaría por reinventarse en uno nuevo, el imperialismo: ello obligaba a ni mucho menos esperar, sino más bien a forzar y conducir los acontecimientos. Así, mientras que Marx (y Engels) creían en una revolución espontánea del proletariado, Lenin creía que era necesario hacer una distinción entre la cabeza y el cuerpo revolucionario: el pueblo, la gente, supondría una masa informe, habitualmente desorganizada y sin criterio, de tal modo que la única manera de conseguir el objetivo previsto, sin estamparse a las primeras de cambio ante los rifles de la guardia del zar, sería a través de una organización que canalizase el discernimiento obligado: estamos refiriéndonos, como no podía ser de otra manera, al partido. Este ente aglutinaría a las mentes selectas, a la flor y nata de la intelectualidad insurrecta, tanto para encarrilar las actuaciones como para salvaguardar la doctrina. Como se puede observar, la variante leninista del marxismo prescindía de todo ese rollo (humanista) de la alienación del individuo, el cual pasaría a ser un engranaje más en la maquinaria que supuestamente había nacido para hacer de su vida algo más digno (cosas y contradicciones de la vida, amigo).

Max Horkheimer

*FRANKFURT. Bien. En lo que respecta a Alemania, inmersa en un grave trance tras el final de la Guerra Mundial I, un grupo de revolucionarios, guiados por marxistas partidarios de una revolución a lo bolchevique (Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht), intentaría echar abajo el gobierno de la púber República de Weimar; la insurrección espartaquista fue aplastada durante el invierno 1918-1919, suponiendo virtualmente el desvanecimiento de la esperanza marxista en el occidente de occidente. Sin embargo, el ideal humanista de Marx acabaría calando en una serie de intelectuales y filósofos relacionados con el Instituto, y que se conocen como la Escuela de Frankfurt. El promotor inicial de este movimiento será Max Horkheimer (1895-1973), nombrado director del Instituto en 1931. El desiderátum de Horkheimer, no sólo era reflexionar sobre el ‘fracaso’ del ideal marxista, sino trazar un programa de estudio sobre (a la par que de denuncia de) las nuevas formas de socio-dominación contemporánea, proviniese ello, en el teatro de la geopolítica, de una estructura capitalista o comunista; dicho programa no se limitaba a investigaciones especializadas, sino que tendía a explorar, desde una perspectiva global e interdisciplinar, las relaciones que enlazan la pluralidad de ámbitos de las ciencias sociales como la economía, la historia, la psicología o la sociología. El ideal emancipatorio frankfurtiano, por lo tanto, era racio-moderno y humanista, creyente en el valor del ser humano como persona, y confiado en la posibilidad de una sociedad convivencial que no asumiese a priori que la única solución a nuestros males consista en la totalización del poder, de lo cual se infiere quasi-deductivamente la anulación del individuo; a ello se le añadiría de manera complementaria (sí, es posible) el ideal marxista de luchar por una sociedad más igualitaria:

No a las desigualdades, a las diferencias.

Erich Fromm

*HUMANISMO RACIOCRÍTICO vs. TOTALITARISMO. Así, Horkheimer nos indica, ante la llegada de Hitler al poder, y el afianzamiento de Stalin como zar comunista, la necesidad de hacer constar que «el derecho y el deber de todo hombre que piensa es juzgar al mundo que se ha convenido en llamar libre según sus propios criterios; adoptar una actitud crítica respecto a él, tomando, sin embargo, partido por las ideas que proclama, y defenderlo contra todos los fascismos -hitleriano, estalinista o cualesquiera otros»[i]. En esta misma línea es en la que Erich Fromm (1900-1980),  también miembro del Instituto, llevará a cabo su psicoanálisis del totalitarismo con la reveladora Miedo a la libertad (1941); Karl R. Popper (1902-1994) hará su contribución (aunque desde el positivismo crítico, así como contestando al marxismo) algo más tarde con La sociedad abierta y sus enemigos (1945); a ellos sin duda se ha de añadir Los orígenes del totalitarismo (1951) de H. Arendt (1906-1975). Horkheimer, Fromm, Popper y Arendt, así como otros intelectuales alemanes y austriacos, acabaron teniendo que emigrar de su patria, además de por ser judíos, por defender ese derecho-deber de todo humano a pensar raciocríticamente.


[i] Citado en Historia de los filósofos ilustrada por los textos (p. 517), de D. Huisman y A. Vergez.

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