De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía

De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía

«La duda no es un estado muy agradable, pero la certeza es un estado ridículo»

F-M Arouet, más conocido como Voltaire, en una carta a Federico Guillermo, príncipe de Prusia

*El FILÓSOFO ENSIMISMADO. Es usual en nuestra tradición racio-occidentalista tener una actitud un tanto peyorativa frente al filósofo y su dedicación: se suele opinar que sea una persona esnob, que se expresa mediante términos bastante rimbombantes, o con una jerga algo (o muy) esotérica o elitista, aislado del mundo y sus problemas (reales), preocupado así por asuntos metafísicos, rodeado de viejos libros en un ambiente bibliotecario, y que se comunica con la sociedad (o mejor, con un limitado sector de ésta) a través de artículos en revistas especializadas que sólo leen sus colegas (y, a veces, ni eso)[i]. Es ésta una caracterización que se puede sospechar como proveniente de un determinado modo de ver las cosas (yo lo llamo patronaje estructural: dejémoslo por ahora ahí), al que se podría caracterizar como cientifista y mecanicista. Frente a ello, algunos de tales individuos se excusan aludiendo a la necesidad de la filosofía, como una actividad humana que nos engrandece, o que nos hace ser mejores, que nos constriñe a pensar más y mejor; la cuestión es que ello parece plantearse en un modus defensivo/justificativo, que partiría de la asunción de determinadas premisas, y que nos llevaría a la perpetuación de esta incómoda sensación de que haya algo en todo esto que no se acabe de asumir, a pesar de su obviedad:

no hay nada que haga un humano, que no sea humano

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Occidentalismo y guerra cultural

*OCCIDENTE por ENCIMA. Las culturas luchan, incluso guerrean por la supremacía y el poder, sea con formatos más groseros, sea con otros más sutiles. En la actualidad, nuestro contexto posmoderno da lugar más bien a estas guerras culturales, en las que la hegemonía, no sólo política o económica, está en juego, ello con otras armas y otros contendientes, ideas y pensadores. En este juego, las sociedades occidentales, no sólo no han supuesto una excepción, sino que se han dedicado al asunto con auténtico denuedo. El himno alemán, con la incomparable música de J. Haydn, se expresa meridianamente y con contundencia: «Deutschland, Deutschland über alles, über alles in der Welt» («Alemania, Alemania por encima de todo/s, por encima de todo/s en el mundo»). Aunque muchos occidentales se hayan manifestado en contra de esta idea, tildándola de aberrantemente pangermanista, sobre todo a raíz de los graves acontecimientos bélicos (y genocidas) del pasado s.XX, lo cierto, y honestamente, es que una denuncia así no podría considerarse sino hipócrita, pues bien podría cantarse un hipotético himno occidental como «Occidente, Occidente por encima de todo/s, por encima de todo/s en el mundo» («Western world, Western world above all/everyone, above all/everyone along the world», «L’Ouest, l’Ouest au-dessus de tout le monde, au-dessus de tout le monde dans le monde»): Occidente, Alemania incluida, al igual que Francia, Anglosajonia, España y Portugal, ha lidiado por el poder mundial, formando parte de tal dinámica, como no, el que los occidentales hayamos luchado entre nosotros.

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Pensamiento crítico, filosofía y racio-cientificidad

«El opuesto de una frase correcta es una frase errónea. Pero el opuesto de una verdad profunda puede ser muy bien otra verdad profunda»

N. Bohr

*TRADICIÓN RACIO-OCCIDENTALISTA como ILUSORIA CONFIANZA: la RACIONALIDAD IDEALIZADA. Cuando era niño-joven, esa parte más ordenada de mí se vio embelesada por mi tradición racio-occidentalista, por la (supuesta) seguridad que (me) transmitía, que (supuestamente) transmitían a la par aquellos que creían fielmente en ella, imbuidos sobre todo por una noción clave: la racionalidad. La racionalidad se habría encomiado en Occidente como una facultad distintiva humana, ello en dos momentos históricos, la Grecia clásica y la Modernidad-Ilustración, a valorarse como medicina frente al condicionaje discursivo (la costumbre, el prejuicio, la autoridad, el dogma, la emoción y la actitud subjetiva…). A partir de tal racionalidad, yo me motivaba, p.e. para estudiar según esta pauta, y me sentía confiado y confortable; tan era así, que mis relaciones con los demás se veían influidas por esta prestancia que me venía a conformar, y seguramente que debía exhibir una imagen de tipo recio y determinado… eso creo… o eso quería creer. Sin embargo, en algún momento todo esto vino a ser sustituido por una inquietud, según me preocupaba más por la convivencia entre nosotros los humanos, lo cual me fue apartando de dicha racionalidad tradicional, para reconsiderarla como una idealización, y quedando de este modo aquella mi confianza como ilusoria.

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Felicidad, psicomodidad y abismo

«Una vida sin examen no merece la pena ser vivida»

atribuida a Sócrates

*La BÚSQUEDA de la FELICIDAD. En mi cultura occidental, desde la filosofía clásica hasta la actual psicoterapia, así como en las conversaciones más familiares y cotidianas, es habitual plantear, de modo más explícito o más tácito, el asunto del sentido de nuestra vida en términos de búsqueda de la felicidad: venimos al mundo principalmente para buscar la felicidad (el bienestar, el encontrarse bien), en un entorno convivencial. Sin ánimo de arrogarme el papel del aguafiestas, creo que esta es una de las imágenes más perniciosas que heredé, y de las más difíciles cara a desembarazarme de ella, a modo de ideal de racio-felicidad (entre otras idealizaciones), parejo al de racio-salubridad (o de persona mentalmente sana). Yo, particularmente, creo que, a partir de un cierto equilibrio personal, venimos al mundo a aprender… claro que ello lo dice alguien al que le encanta aprender; con todo, yo, que nací a mediados de mayo, me reafirmo en que creo que venimos al mundo a aprender. Al respecto del aprendizaje, lo primero que se podría decir de él es que supone un esfuerzo, lo cual, de por sí, ya sería desagradable para algunos… tal vez, además de para aprender, vengamos al mundo para trabajar, donde trabajo no significaría unívocamente “invertir 10 horas diarias de faena en el campo, la fábrica o la oficina”.

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Los apuros del objetualismo mecanicista

«Pero tras esta interpretación de la psicoterapia como simple técnica se esconde algo de cinismo. Es cierto que se puede concebir al terapeuta como un técnico, pero sólo si hemos aceptado antes la visión del paciente como una especie de máquina. Diría que sólo un homme machine necesita de un médecin technicien»

V. Frankl, El hombre en busca del sentido último

*PATRONAJES sobre lo HUMANO: TRADICIÓN RACIO-OCCIDENTALISTA y MECANICISMO UTILITARISTA. Preocupado por la convivencia, en mi caminar investigador comencé a recopilar, inicialmente casi sin pretenderlo, bastante información a propósito del que parecía el protagonista ineludible de todo ello, el ser humano, tema que había sido estudiado según diferentes discursos y patronajes estructurales. El punto de vista que parecía predominar en mi tradición racio-occidentalista era un mecanicismo objetualista y utilitarista, que buscaba un estudio del humano en el marco de todo un acontecer-ser a tomar como objeto, con la persona tomada de este modo como objeto, y, en sociedad, como masa. La tradición racio-occidentalista pretendía con ello una idealizada racionalidad (desde la cosmopistia), en este caso aplicada al orden socio-económico, e instrumentada, tanto a través de un ideal de racio-fraternidad (para con la socio-organización), como por otro de racio-productividad (para con la producción), complementarios de ese otro discursivo, el ideal de racio-cientificidad. La cuestión es que la guía estructural de los patronajes se extendería más allá del objetual acontecer-ser (sea el mundo, sea la sociedad), y llegaría a nuestras propias vivencias (subjetuales), lo cual obligaba a rebuscar otras opciones que intentasen tratar al humano más como un sujeto: ello me retrotraía a esa época de nuestra cultura occidental que denominamos Modernidad.

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Un discurso convivencial desde la positividad-racionalidad

«A una persona realmente se la conoce por cómo te trata cuando ya no te necesita»

anónimo, pero genial

*POSITIVIDAD de la CONVIVENCIA PROBLEMÁTICA . Creo que todo empezó la primera vez que me di cuenta de que convivir no era tan fácil… Primero, porque hemos de aceptar que, a pesar de la civilización, nos seguimos odiando… porque además persiste el ansia de poder socio-político y económico, ya sea cotidiana o geopolíticamente, de lo que se siguen derivando hostilidades, aunque sea en un formato más refinado (guerras culturales)… porque los logros del humanismo moderno (sociales, jurídicos, tecnológicos,…) puedan haberse tergiversado en el modo de psicomodidad, estado másico y manipulación mediática de los ciudadanos… en definitiva, porque, a pesar de todo, entenderse sigue siendo un reto, incluso entre miembros de la misma familia, círculo de amistad, barrio o cultura… Sí, nos cuesta llevarnos (convivir, vamos), incluso hasta el punto de poder llegar a las manos (pelear, guerrear), tanto individualmente como organizados sociopolíticamente.

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Condicionaje y discursos religioso, científico y filosófico

«Tenemos una incapacidad de probar, invencible para todo dogmatismo; tenemos una idea de verdad, invencible para todo pirronismo»

B. Pascal, Pensamientos, pensamiento 395

*PREJUICIOS sobre lo PREJUICIOSO. Cuando comencé mi estudio del discurso, los primeros materiales académicos que fueron cayendo en mis manos de continuo llevaban a cabo una compartimentalización, usualmente implícita, entre lo religioso, lo científico y lo filosófico. Lo religioso parecía aludir a lo sobrenatural, lo ilusorio, lo supersticioso, lo prejuicioso, lo dogmático, lo irracional; lo filosófico, a lo racio-reflexivo, pero demasiado especulativo y poco práctico, incluso todavía metafísico; lo científico, a lo racio-empírico, de modo físico-contrastativo y con un ánimo pragmático. Esta era una plantilla que, al principio, se podía aceptar como heredada, pero que, según avanzaba, se fue tornando turbadora, y a la postre insostenible; es más, esta plantilla, originalmente parecía no serlo, es decir, no se puede decir que tuviese por mi parte consciencia de que tal manera de tratar el asunto del discurso fuese eso, una manera más de tratar dicho asunto, sino que simplemente era cómo se trataba el asunto, sin ni siquiera hablarse de manera o maneras de hacerlo. Esta específica plantilla, junto con otras ideas y modos de operar, fue lo que acabé por conjuntar como mi tradición racio-occidentalista, de espíritu cientifista-positivista (y mecanicista); desde tal punto de vista, a lo científico se le acababa por dar preeminencia, a lo cual otros puntos de vista contemporáneos se oponían.

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El fin de la historia marxista soviética

*El FIN de la GUERRA. Hacia las 23 horas del 9 de noviembre de 1989 diferentes grupos de personas se habían acercado al muro del comunismo que dividía Berlín, y al mundo, en dos socioculturas enfrentadas, desde hacía unas décadas gélidamente, pero con momentos de inquietante excitación. Su derrumbamiento provocado fue tomado por muchos de espíritu e imaginación optimista, entre los que me incluyo, no ya como el fin de la guerra fría, sino de (casi) toda guerra[i], ello seguramente que condicionado por un deje occidentalista. Ya han pasado más de treinta años, durante los cuales nos han pasado cosas… cabría esperar que no hubiesen pasado, ni los años, ni las cosas, sin que hayamos aportado la suficiente reflexión al respecto. Por mi parte, no he dejado de preocuparme por, y estar atento a, la convivencia, ya sea en local, ya en global, y sí, podría parecer que el fantasma de una nueva guerra mundial abierta y caliente, por los menos entre los occidentales, se hubiese disipado. Bien podría aceptarse entonces un bondadoso proscenio para con nuestro nuevo siglo-milenio, pues, digamos que, después de tanto sufrimiento en el siglo pasado, bien nos mereceríamos el advenimiento de una época de prosperidad y paz en el mundo.

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El poder de las ideas

El poder de las ideas

«Las ideas no son responsables de lo que los hombres hagan de ellas»

W. Heisenberg

*PODEROSAS IDEAS. Querría iniciar nuestra reflexión ilustrándola con un momento cinematográfico que ayude a ponernos más en situación. En Inception (Origen), película del visionario Chris Nolan, en la parte introductoria, Cobb (Leo DiCaprio), un ladrón de ideas, acompañado por su ayudante Arthur (Joseph Gordon-Levitt), le explica a Saito (Ken Watanabe), una de sus pretendidas víctimas, lo que suponga una idea. Cobb le pregunta «¿cuál es el parásito más resistente?… ¿una bacteria… un virus… una lombriz intestinal?»; ante una cierta expresión de perplejidad por parte de Saito, Arthur se prepara para dar la respuesta explicativa, y comenta «lo que el señor Cobb intenta decir…», pero antes de que pueda extenderse, Cobb se adelanta de modo terminante, y responde «una idea», y añade «resistente, altamente contagiosa; una vez que se ha apoderado del cerebro es prácticamente imposible erradicarla; una idea totalmente formada y entendida se queda ahí aferrada». No sé hasta qué punto pudo influir esa película en mis ideas (es de 2010), o si Nolan había leído algo mío (ironía), pero el caso es que coincidimos bastante en el planteamiento al respecto de las poderosas y condicionantes ideas, y que en mi investigación caracterizo con el concepto de condicionaje discursivo.

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Herramientas para la gestión emotivacional y toxicidad

«Un viaje de mil millas, comienza con un primer paso»

atribuida a Lao-Tse (s.VI o s.IV aC)

*ORIENTE. Los hermanos Eugenio y Julio H. Lozano llevaron a cabo un estudio sobre los trastornos psicosomáticos, que comenzó por escudriñar la tradición oriental de la relajación[i] (como contramedida frente al estrés y la ansiedad), un asunto muy pendiente aquí en Occidente, y en el que las tradiciones del hinduismo y budismo se deberían estimar como punteras. De hecho, antes de tener acceso al estudio expuesto por mis compatriotas, ya me había acercado a los desarrollos de tales tradiciones orientales[ii], cautivado por su capacidad de interiorización y su profundidad en el tratamiento integral de nuestros procesos de consciencia-mente, un calado que suponía el que no se quedasen sólo en un trabajo específico para con la meditación y sus métodos. Una primera cuestión que me turbó respecto a los textos que caían en mis manos fue que, más allá de esa investigación (digamos que psicológica), y respecto de la cual, humildemente, debo insistir en que deberíamos aceptar desde el oeste que nos superan con creces[iii], ello se solapaba con una intención míticoreligiosa (también en los budistas), así como se hallaba expresado desde una óptica muy culturalmente regional, con profusas referencias a maestros iluminados, capaces (claramente en el budismo tibetano) de reencarnarse una y otra vez para continuar su labor de ilustración[iv]. Sin dejar de ser respetuoso respecto a la fuente de tales añejas enseñanzas, así como comprensivo con el formato elegido, este asunto del ‘guruar’[v] (de hacer de, y desplegarse como, gurú) irremediablemente chocaba con mi temperamento racio-moderno. Por otro lado, esta mi modernidad se había visto impresionada por la actitud totalmente excepcional de un oriental de nacimiento, J. Krishnamurti, quien, tras ser alentado e instruido por la Sociedad Teosófica para llegar a ser el Maestro del Mundo, decidió, todavía relativamente joven (34 años), disolver la Orden (de la Estrella de Oriente) que se había fundado para proclamarle como tal, ello con un discurso memorable.

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