Condicionaje discursivo, convivencia e infraestructura

*TRAMA CONVIVENCIAL, DISCURSO y PODER. Desde un problema, la convivencia, y motivado por hallar un equilibrio discursivo cara a ésta, comencé mi camino de investigación, animado por algún presupuesto que me ayudasen a ordenar mínimamente lo que en principio se me aparecía como un confuso, además de doloroso, rompecabezas; un primero sería el que a los humanos nos cueste convivir (entendernos y llevarnos: esa convivencia problematizada); un segundo sería considerar a la convivencia como una trama compleja, con diferentes elementos, entre los que destaca el discurso (eso contingente e histórico que decimos-inteligimos), respecto del cual se podría considerar una especie de prediscurso (creencias mítico-religiosas), a diferenciar de otros elementos que podríamos conjuntar de modo genérico como extradiscuro (motivaciones e intereses, emociones –odios, afectos-, actitudes, experiencia, educación y cultura, relaciones sociopolíticas y poder, y otras relaciones económico-productivas, familiares); y un tercero consistiría en estimar que nuestra convivencia, sobremanera, dependa de (se vea condicionada por) nuestros discursos, lo cual nos llevaría a ver en ellos la causa (o, por lo menos, una de las más importantes) de nuestras dificultades convivenciales.

*RACIONALIDAD OCCIDENTAL, MODERNIDAD e IDEAL de RACIO-CIENTIFICIDAD. La cuestión es que consuetudinariamente, lo discursivo habría sido considerado como un coto de la racionalidad; ello provendría de la Modernidad, cuando Occidente comenzó a renovar su fe en la conveniencia de fundamentar lo que se pensase-dijese (racionalidad científica), de cuestionarlo (racionalidad censora), así como de hallar un equilibrio raciocrítico entre ambos procederes: a esto lo venimos denominando tradición racio-moderna humanista. La historia nos muestra una y otra vez que los proyectos deberían acompasarse con el mecer del tiempo y las circunstancias coyunturales; lamentablemente, lo habitual es que dichos proyectos acaben anquilosándose, al igual que se habían anquilosado otros que supusieron justamente el que nacieran nuevos proyectos; quizás esta sea irremediablemente la dinámica al respecto, y debamos conformarnos con que, sea como sea, se dé la opción de que un nuevo proyecto salga a la luz. El caso es que, en vez de permanecer como un coto del individuo, la racionalidad (y en específico el racioempirismo), a lo largo del s.XIX y primera mitad del s.XX se fue asentando como un exclusivista método científico, a las órdenes de un neófito aparato epistémico, la comunidad científica, que, como otros precedentes (véase la comunidad eclesial), exploraba la manera de perpetuarse cráticamente (esa ciencia normal kuhniana), en vez de permanecer fiel a la búsqueda de la verdad, de tal modo que se aferraba (de nuevo) al ideal de un discurso universal, objetivo y necesario, o ideal de racio-cientificidad (contrario así a la posibilidad de un condicionaje en el discurso), ello en medio de una deriva que podríamos caracterizar como hipermoderna: es lo que venimos definiendo como tradición racio-occidentalista, de talante mecanicista. Además de su ánimo supremacista para con otros aparatos y discursos (como el de la religión o el de la filosofía), este cientifismo, por su propia naturaleza infraestructural, perseguía el apaciguamiento a priori de toda oposición, la cual, como también nos muestra la historia, no puede sino provenir de consciencias individuales, únicas capaces de revoluciones científicas reflexivas o cognitivas.

*RACIO-CIENTIFICIDAD vs. CONDICIONAJE DISCURSIVO. Más actualmente (segunda mitad s.XX), el discurso también habría sido estudiado desde el condicionaje y la sociopolítica, lo cual vino a presentárseme de manera positiva a partir de dicha preocupación por la convivencia entre nosotros los humanos, que fue el estímulo inicial para mi investigación metadiscursiva o sobre el discurso. Según digamos esta segunda escuela, el discurso debería estimarse como radicalmente condicionado, así como una (condicionante) herramienta de poder (que, para el caso, pueda aprovechar nuestros psicomodidad y estado másico); ciertamente, en lo que a mi pesquisa respecta, una y otra vez se me aparecía la inevitabilidad de un condicionaje discursivo tal, lo cual cuestionaba el mentado ideal de racio-cientificidad (de un discurso universal-objetivo y necesario), especialmente de la racio-objetividad, lo cual se podría considerar como inserto en un desiderátum más ambicioso, el de una racionalidad idealizada, ello aplicado al discurso. Con todo, para esta investigación, de raíz humanista, sería preciso no obviar ninguna de las perspectivas expuestas, la racional y la positiva, concibiendo como posible un camino del medio, tanto en la propia racionalidad (p.e., incrementando la importancia de un proactivo pensamiento crítico, moderando las exigencias de objetividad y necesidad en la racio-cientificidad), como en la positividad (frenando las ansias de poder, o esas inclinaciones a la psicomodidad y el estado másico); ello nos ayudaría, tanto a entender nuestros discursos en su riqueza, complejidad y fuerza, como a utilizarlos apropiadamente para la convivencia entre nosotros, los humanos. Consiguientemente, consideré apropiado, si no preceptivo, teniendo como faro práctico el mejorar esa nuestra convivencia, estudiar nuestros discursos, desvelando sus diferentes condiciones (discursivas, prediscursivas, extradiscursivas).

*DISCURRIR sobre el DISCURRIR. Cabe, por lo tanto, discurrir sobre el discurrir, cabe llevar a cabo un examen metadiscursivo… A ello me dediqué durante muchos años, sorprendiéndome de la rica diversidad que hallé en este dominio (poliedrismo discursivo), así como de la buena cantidad de autores que ya se habían dedicado a estudiar los discursos (algo que no podía desaprovechar, y que me incitaba a dejarme acompañar por ellos… poliedrismo metadiscursivo), y me propuse excavar en los estratos de condicionaje discursivo, sustentado todo ello por una metodología comparativa. Entre tales autores, inicialmente me llamaron la atención dos, M. Foucault y T.S. Kuhn, ambos estudiosos en específico del discurso científico, a propósito de los socio-humano el primero, y de lo natural-físico el segundo; para sus investigaciones, eminentemente históricas, utilizaron sendas herramientas de análisis metadiscursivo, epistemes el francés y paradigmas el norteamericano, y ello como modos de desvelar las mentadas condiciones de posibilidad gnoseológicas, en la tradición del apriori kantiano. Es justamente en honor a Foucault que a mi estudio sobre el condicionaje discursivo, sea en el sentido de hasta qué punto la convivencia se vea condicionada por el discurso, sea entendido como grupo de factores que puedan condicionar al discurso, lo caractericé como arkgenealógico.

*METADISCURSO, PATRONAJE e INFRAESTRUCTURA. Esta investigación metadiscursiva (desde una perspectiva tridimensional), se desarrolla así desde un postulado fundamental: todo discurso, da igual sobre lo que sea (lo natural o lo socio-humano), o del tipo que sea (teórico/científico, práctico/técnico, moral), se halla condicionado (que no determinado), se sea más o menos consciente de ello (pues lo más usual es que ello opere en un nivel subterráneo o infraestructural), por un patronaje metadiscursivo (o, más al uso, por un sistema de pensamiento, cosmovisión o paradigma), ello frente al cientifista ideal de objetividad. En tales patronajes podríamos diferenciar, por un lado un marco perceptivo (básico, de raigambre kantiano-cognitivista), y por otro un sistema postular-simbólico (complejo, a base de condiciones postulares o discursivas, y símbolos, que servirían para imbricar condiciones prediscursivas y extradiscursivas). A esta idea cardinal, se le debería añadir otra, que consideraría que una de las causas principales de nuestras confrontaciones (véase guerras culturales), así como del poder y nuestros abusos para con los demás, se halla en nuestro modo de discurrir (de decir-inteligir), en si ello sea demasiado dogmático o escéptico, de tal manera que, o seríamos agentes de esos excesos, o los permitiríamos, y, en un viciado círculo de retroalimentación, utilizaríamos además los discursos para justificarnos en tales actitudes. El objetivo de un estudio tal consistiría entonces en desvelar esas condiciones discursivas, a modo de patronajes estructurales; para entendernos, tales sistemas condicionantes se podrían concebir metafóricamente, recurriendo a esa sugerente imagen de los cristales interpuestos, como una especie de ‘gafas’ para aprehender ‘la realidad’, que podrían considerarse, o más mudadizas (de quita y pon), o más fijas (en un estilo más kantiano).

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