*Lo INCÓMODO EXTRAÑO. Ha pasado ya un tiempo, y no obstante tengo un recuerdo bastante vívido de lo acaecido. Era finales de noviembre del 99, con todo el mundo muy pendiente del apagón por el efecto 2000, en medio de visiones y profecías. Esa mañana se presentó bastante fría, incluso para la fecha, con lo que nada más pisar la calle me asaltó una especie de bofetada por parte del gélido aire, que no sé si me hizo espabilar, o más bien me dejó KO para el resto del día. Sumido en un cierto rabiar, en medio de un escaso jardín delantero, casi me pasó desapercibida la imagen de una rosa roja, que todavía quería mostrar su belleza, a pesar de la inclemencia. Con tal humor, la primera impresión que comenzó a formárseme fue de incomodidad, preguntándome por la razón o explicación de que esa osada flor desafiase los momentos estacionales… lo que pasa es que, sí, extrañado, me estaba a su vez perdiendo el regalo que tal evento me ofrecía, quizás para aliviarme de la bofetada recibida.

*NECESIDAD y EXTRAÑEZA. ¿Cómo asumir, desde la normalidad, incluso tornada en necesidad determinista, lo extraño? La ciencia nos ha provisto de explicaciones, a la búsqueda de un discurso universal-objetivo (valor de cientificidad) desde la Modernidad; la cuestión es que, en nuestro afán de control del medio, tal discurso también se habría ensayado como necesario (ideal de racio-cientificidad, a lo Laplace), a partir de la Hipermodernidad de los s.XIX y s.XX, y según una tradición que hemos caracterizado como racio-occidentalista. Habríamos dejado entonces que una idealización sobre lo necesario (lo que -se pretenda como que- no pueda ser de otro modo) nos hechizase… ¿tanto como para que ya nada nos extrañe?… pero ¿acaso podamos maravillarnos de la monotonía?… ¿es que explicación suponga, indefectiblemente, aburrimiento ordenado? Afortunadamente, junto a la ciencia normal, según meta-investigó TS Kuhn, contamos, de tanto en tanto, con revoluciones científicas, y con científicos aptos, para no sólo seguir sorprendiéndose y maravillándose, sino para, desde una perspectiva raciocrítica (sí, filosófica), integrar lo anómalo, no a golpe de maza (típica consecuencia de las disonancias cognitivas), sino reestructurando las teorías y paradigmas al uso.

*COMPLEJIDAD POSITIVA, HEURÍSTICA y CREATIVIDAD. De modo diferente, es habitual que se trate de dar explicaciones simples a todo (reduccionismo), como si todo fuese simple. Sin duda que simplificar lo que acontece-es y lo que vivenciamos vía teorías, incluso matematizarlo vía ecuaciones, nos ha sido la mar de útil en nuestra antropogénesis, con lo cual, estas palabras no pretenden ser un alegato anti-ciencia, ni anti-tecnología (ver Heidegger), pues cómo pretenderlo, utilizando a su vez un pc, un móvil, internet y una red social para expresarse (y hacerlo al abrigo de una edificación, en una habitación calentita por el sistema de calefacción central). Este argumentario procura manifestar, en todo caso, un anti-cientifismo y un anti-mecanicismo, ello desde un humanismo, que ve, no sólo complejidad en el humano, sino en la vida, una complejidad, que apela al mismo empirismo sensitivo-positivo para destacar lo inmensamente rico, que inexorablemente en algún momento se nos mostrará como extraño. No pasa nada, pues seguimos contando con nuestras adaptativas capacidades heurística y creativa para, a pesar de no tenerlo todo controlado, poder seguir sobreviviendo.

*Los FUTUROS PREDICHOS. I. Asimov imaginó un futuro en el que una poderosa organización (la Fundación) velaría por el destino de una humanidad desperdigada por la Galaxia, a partir de los dictados de una revolucionaria ciencia, la psicohistoria, inventada por un visionario matemático como combinación entre estadística, psicología e historia, capaz de calcular (digamos que profetizar) el comportamiento de una sociedad, por muy multitudinaria que fuese (de hecho, mejor si así lo fuese). A diferencia de G. Orwell, que nos advertía sobre formatos de política cultural que ya hoy nos amenazan (como la policía del pensamiento o la neolengua), ello sin que nuestras sociedades occidentales se exhiban abiertamente como totalitarias, Asimov pareció hallarse a sus anchas ante el horror (en mi opinión) que nos estaba describiendo, y que halla su parangón en la actual intención que pueda encerrar el Big Data. Frente a ello, considero que el humano suponga un vector de vida que avanza entre dos factores: lo estructural y lo abismal. Lo segundo ambicionaría resaltar, incluso rescatar, eso extraño y asombroso de la vida, lo cual no debe ser óbice para lo primero, el que sigamos intentado entenderlo, ordenándolo y casándolo en términos racionales científicos. Pues ¿y si la vida no entendiese de orden-desorden (predicción-sorpresa), y ello no fuese más que una plantilla de nuestra cosecha, que utilicemos para calmar nuestras levedades y ansiedades?[i]


[i] Uno de los autores que recientemente más puso su ahínco en destacar los procesos más abismales (no sólo la extrañeza o la maravilla, sino la imaginación, la creatividad o la emoción) que nos interpenetran en todas nuestras actividades, incluida la científica, es el austriaco PK Feyerabend, con su célebre obra Contra el método; por parte de esta investigación, y tras reconocer la oportunidad de lo expuesto, no podemos adherirnos a las consecuencias extremas que se recogieron bajo el término, adelantado por el propio autor, de anarquismo (o dadaísmo) epistemológico, de talante claramente anti-racionalista (véase Nietzsche, Heidegger, Foucault); de modo diferente, se prefiere un poliedrismo, un tener en cuenta los diferentes puntos de vista, pero ello respecto de una búsqueda común y convivencial de verdad, en la cual la razón y la ciencia tienen su papel en estos términos, tras ser moderadas en su inclinación dogmática (de un discurso necesario) y costumbrista, de tal modo que, a diferencia de Feyerabend, se considera, no sólo que no todo lo racional (y racio-ordenado) sea perjudicial para los humanos (Hume propone una vía más contenida como esta), si no que dicha estructura nos acompaña desde que somos lo que somos (incluso antes), nos ha asistido en nuestra evolución e historia, y nos ha servido fielmente en muchos casos (algunos emblemáticos, de grandes y curiosos investigadores… imbuidos sí, de curiosidad e inquietud, pero también de ánimo cosmopístico); habría, por consiguiente que diferenciar entre razón institucionalizada y razón (simple y llanamente) estructural: sería la primera la que nos limitaría y adoctrinaría, esencialmente en base a intereses socio-políticos (de poder), mientras que la segunda sencillamente supondría una herramienta a nuestro servicio, que nos ayudaría a conducirnos en relación a las exigentes condiciones de la vida.

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