De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía

De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía

«La duda no es un estado muy agradable, pero la certeza es un estado ridículo»

F-M Arouet, más conocido como Voltaire, en una carta a Federico Guillermo, príncipe de Prusia

*El FILÓSOFO ENSIMISMADO. Es usual en nuestra tradición racio-occidentalista tener una actitud un tanto peyorativa frente al filósofo y su dedicación: se suele opinar que sea una persona esnob, que se expresa mediante términos bastante rimbombantes, o con una jerga algo (o muy) esotérica o elitista, aislado del mundo y sus problemas (reales), preocupado así por asuntos metafísicos, rodeado de viejos libros en un ambiente bibliotecario, y que se comunica con la sociedad (o mejor, con un limitado sector de ésta) a través de artículos en revistas especializadas que sólo leen sus colegas (y, a veces, ni eso)[i]. Es ésta una caracterización que se puede sospechar como proveniente de un determinado modo de ver las cosas (yo lo llamo patronaje estructural: dejémoslo por ahora ahí), al que se podría caracterizar como cientifista y mecanicista. Frente a ello, algunos de tales individuos se excusan aludiendo a la necesidad de la filosofía, como una actividad humana que nos engrandece, o que nos hace ser mejores, que nos constriñe a pensar más y mejor; la cuestión es que ello parece plantearse en un modus defensivo/justificativo, que partiría de la asunción de determinadas premisas, y que nos llevaría a la perpetuación de esta incómoda sensación de que haya algo en todo esto que no se acabe de asumir, a pesar de su obviedad:

no hay nada que haga un humano, que no sea humano

Seguir leyendo «De confianza, suspicacia y curiosidad: el porvenir de la filosofía»

Condicionaje y discursos religioso, científico y filosófico

«Tenemos una incapacidad de probar, invencible para todo dogmatismo; tenemos una idea de verdad, invencible para todo pirronismo»

B. Pascal, Pensamientos, pensamiento 395

*PREJUICIOS sobre lo PREJUICIOSO. Cuando comencé mi estudio del discurso, los primeros materiales académicos que fueron cayendo en mis manos de continuo llevaban a cabo una compartimentalización, usualmente implícita, entre lo religioso, lo científico y lo filosófico. Lo religioso parecía aludir a lo sobrenatural, lo ilusorio, lo supersticioso, lo prejuicioso, lo dogmático, lo irracional; lo filosófico, a lo racio-reflexivo, pero demasiado especulativo y poco práctico, incluso todavía metafísico; lo científico, a lo racio-empírico, de modo físico-contrastativo y con un ánimo pragmático. Esta era una plantilla que, al principio, se podía aceptar como heredada, pero que, según avanzaba, se fue tornando turbadora, y a la postre insostenible; es más, esta plantilla, originalmente parecía no serlo, es decir, no se puede decir que tuviese por mi parte consciencia de que tal manera de tratar el asunto del discurso fuese eso, una manera más de tratar dicho asunto, sino que simplemente era cómo se trataba el asunto, sin ni siquiera hablarse de manera o maneras de hacerlo. Esta específica plantilla, junto con otras ideas y modos de operar, fue lo que acabé por conjuntar como mi tradición racio-occidentalista, de espíritu cientifista-positivista (y mecanicista); desde tal punto de vista, a lo científico se le acababa por dar preeminencia, a lo cual otros puntos de vista contemporáneos se oponían.

Seguir leyendo «Condicionaje y discursos religioso, científico y filosófico»