Lo que me preocupa

En lo que a mi concierne, no recuerdo bien desde cuándo, tal vez desde ‘siempre’, aunque ello lo ubique en el momento de empezar a tener una cierta mayor consciencia, pero hay algo que me ha preocupado, y me sigue preocupando, inquietando, se puede decir que todos los días, y que me ha empujado por el camino de la investigación… ello es la convivencia, la cuestión del entender-nos, conducir-nos y llevar-nos. Toda esta preocupación por mi parte se puede resumir así en un interrogante:

¿por qué nos/me cuesta entendernos/me entre/con los (demás) seres humanos?

A partir de aquí, fue arraigando en mí la sospecha de que lo que discurrimos (lo que decimos-inteligimos), siendo un aspecto fundamental humano, supondría un elemento condicionante de tal convivencia entre nosotros. Me propuse indagar sobre este planteamiento, lo cual culminó con una tesis sobre el condicionaje discursivo, en la que ya se comenzaban a entrever cuestiones relacionadas con el poder; podemos ahora darnos cuenta de que ello sólo era la punta del iceberg de toda una ambición inquisitiva y raciocrítica. Quisiera presentaros entonces mi (bastante) completa red de intereses y preocupaciones, los cuales han motivado y guiado este camino reflexivo, comenzando por un síptico tridimensional, en el que se destacarían siete temas interactivos:

Síptico Tridimensional

·Condicionaje discursivo y Raciocrítica

Mi tesis doctoral supuso la manera de presentar mi estudio raciocrítico o metadiscursivo (sobre el discurso), frente al ideal de racio-cientificidad (de un discurso universal-objetivo y necesario). De este modo, a partir de aquella preocupación por la convivencia como problema, y tras considerarla como una trama compleja, estructurada por elementos discursivos, prediscursivos (regímenes de creencias) y extradiscursivos (motivaciones e intereses, emociones -afectos, odios-, actitudes, experiencia, educación y cultura, poder y relaciones sociopolíticas, económico-productivas, familiares), esta investigación habría pretendido excavar (arkgenealógicamente, en honor a Foucault) en los diversos discursos (poliedrismo discursivo), ello acompañado por otros autores (poliedrismo metadiscursivo), a la búsqueda de las diferentes condiciones (a articular como patronajes estructurales) de dichos discursos (ver condicionaje discursivo como categoría), y sustentado todo ello por una metodología comparativa.

·El Odio (y Equilibrio Emotivacional)

El aspecto más positivo (en el sentido de experiencialmente concreto) de esta investigación me llevó a enfatizar, primeramente, lo que vine a presuponer ‘debajo del todo’ de la convivencia problematizada, que es un lecho afectivo común, a caracterizar como el odio. Inicialmente no fui capaz de identificarlo de este modo, pues digamos que creía, como otros tantos humanos optimistas (de más), que lo que nos definiría primordialmente, a nosotros y nuestra sociedad, es una tendencia (natural) a la racionalidad, al orden y al acuerdo (ideal de racio-fraternidad, en el marco de la tradición racio-occidentalista). Ante lo que fui experimentando como incapacidad teorética de una parte sustancial de mi investigación para dar cuenta del asunto planteado, ese de la convivencia como problema, creí necesario establecer que existe una positividad, que es posible moderar (equilibrio emotivacional), pero no erradicar.

·Revoluciones cognitivas y Metaintelecto

Por otro lado, el aspecto más metodológico me llevó a intuir una serie de revoluciones cognitivas de las que podamos ser protagonistas en estos inicios de siglo-milenio. Para ello, he partido de dos cuestiones; la primera, la necesidad, tras delimitar el objeto de mi investigación (el discurso), de manejar un nuevo nivel intelectivo, o meta-intelectivo, para poder discurrir sobre el discurrir; la segunda, el reto de desarrollar una comparativa, inicialmente entre dos autores, extensible a todo nuestro legado reflexivo, ella apoyada en un proceder analítico-sintético (diferenciando y asimilando, que es lo que hacemos al comparar). Estas cuestiones me han llamado la atención sobre hasta qué punto parece que estemos obligados a seguir en estos trabajos de investigación un camino canónico, sin abrirnos a otras formas de cognición o de procesamiento de la información.

·Guerras Culturales y Geopolítica

En avanzando, es también mi interés exponer cómo la convivencia hoy, en el contexto global, se nos aparece en el modo conflictivo de una serie de guerras culturales, una vez que supuestamente se haya superado el concepto bélico tradicional, ya sea el caliente, ya sea el frío. En ello, aún sin dejar de mirar por sus propios intereses en el marco de la disputa geopolítica por el predominio mundial, parece que las potencias mundiales hayan aprendido, hasta cierto punto, de la desastrosa gestión que supuso el s.XX. Mediante las guerras culturales, los superestados se seguirían enfrentando, sólo que la meta a conquistar ya no serían territorios y cuerpos, sino espacios discursivos y mentes, a influir y persuadir, aplicándose entonces las sociedades implicadas en producir comprensiones exportables a través de sus sistemas de industria cultural. En tal disputa, destacaría para mí el papel de mi cultura occidental, y su ánimo supremacista, u occidentalismo.

·Psicomodidad y Masas

En un contexto más local, la convivencia en Occidente, a partir del par positivo poder-molicie (idea de que, en principio, la convivencia positiva/real/actual se haya condicionada a más no poder por una mecánica sometedor-sometido), se examina como una experiencia que raya lo decadente, desde el momento en que los occidentales, a partir de un cierto ideal de racio-felicidad (bienestar, sentirse bien) nos mostramos como embargados por una especie de psico-acodamiento (ver psicomodidad y sociedad, y psicomodidad e individuo), en la forma de psiquiatrización, farmacolización, drogadicción, ludopatía, electro-ocio, tecno-dependencia, socio-relación internáutica, formación-información mediática, consumismo-produccionismo, panolismo, pedagogía laxa, solidaridad mercantil, pseudo-activismo, depresión-suicidio… todos ellos productos culturales idiosincráticos de nuestro s.XXI (aunque ya adelantados en el s.XX, de lo cual se hicieron eco, prominentemente, los frankfurtianos). La psicomodidad así sería la manera actualizada que tendrían los aparatos de poder de tener subyugadas a las masas, ello a partir de una antropología objetualista mecanicista (y su ideal de racio-producción).

·Convivencialidad y Humanismo

Todo este panorama podría parecer una llamada al pesimismo… pero, nada más lejos de la realidad. Los seres humanos han manifestado durante milenios su capacidad de adaptación y aprendizaje, demostrando ser, con todo y a pesar de todo, el ser más inteligente (que se sepa). La convivencialidad, para con nuestros discursos, en nuestros hábitos, en relación con nuestros diferentes grupos (familia, amigos, trabajo/organización), se plantea entonces, más que como una cuestión moral, como un reto intelectual: es evolutivamente inteligente mejorar la convivencia. El formato de discurso que se podría entender como propicio para ello (es decir, más convivencial; ver convivencialidad) sería una manera renovada de humanismo, en la tradición racio-moderna, ello frente al mentado mecanicismo objetualista, que sólo habría buscado el caracterizar al humano como objeto-máquina, desprovisto de libertad en general, pensamiento creativo (movilizador, evolutivo), acicate moral, intención o sentido de vida en especial, incluso sin capacidad emocional ni de empatía.

·Valores

Y con ello llegamos al alfa y el omega de mi investigación: los valores, desde una investigación egológica. Me reafirmo en creer que todo humano justifica su conducta (su actitud, sus decisiones), para con él, para con su convivencia con los demás, y que ello lo hace a través del discurso; creo entonces que todo discurso es condicionado (o se apoya) de modo destacado por (en) un sistema moral (o moral a secas) o sistema de valores (y normas derivadas); este sistema moral se fundamentaría a su vez en un sistema de metavalores o ético; el discurso sería entonces la manera de, al justificarnos, vehicular nuestros valores y metavalores. Y es que todo ser humano tendría un sistema de valores-metavalores… todo el mundo tiene una moral y una ética, sólo que cada moral-ética es, en principio, diferente; todo valor supondría un aspecto de la vida o del acontecer-ser; luego, valoramos diferentes aspectos de la vida o del acontecer-ser: no hay morales-éticas extrañas (o no naturales)… esto es lo que se podría llamar una ética positiva.

·Red de intereses-preocupaciones

Todos estos temas tienen que ver los unos con los otros, y se observan, para de esta forma ser tratados, desde una perspectiva tridimensional, única manera que he hallado, junto con la meditación, de que tales preocupaciones no me desborden. Se puede comprobar que dicha perspectiva al respecto de tales temas (ver cuadro), a primera vista no parecería coincidir con el orden lineal de exposición resumida de ellos. Expliquémonos algo mejor…

*Perspectiva tridimensional: el cuadro-esquema pretende emular dicha tridimensionalidad, de tal manera que lo primero sería lo más elevado (no en el sentido de superior, valorativamente hablando), y lo último lo más profundo (que no lo inferior); así, discursivamente hablando:

  • Examinar las revoluciones cognitivas supondría a mi consciencia-intelecto una especie de ‘elevarme’, para ‘verme’ pensando, y utilizando herramientas intelectivas avanzadas;
  • Focalizarme en el odio me exigiría, por el contrario, ‘hurgar’ en mí, ‘bajar a mi sótano’;
  • Desde ese odio, ‘subiendo’ podría hablar de mi escala de valores, que depende sobremanera de cómo he sido capaz de canalizar dicho odio;
  • Tal sistema de valores supondría la clave para entender (‘soportaría’) el modo en que mi discurso es condicionado;
  • Y por su parte, el condicionaje discursivo es esencial para indagar sobre tres cuestiones socio-humanas que pretendo destacar; la central sería la psicomodidad, como reto a superar; a partir del tratamiento de ésta podríamos, o perpetuar la guerra (para el caso, en su formato cultural), o trabajar por la convivencialidad.

*Orden lineal: esta exposición liga las cuestiones de un modo ‘más literario’, sin someterse al esquema previo:

  • Comienzo por el condicionaje discursivo, pues fue mi primer tema de investigación académica, a partir de mi preocupación por la convivencia;
  • Enseguida quiero enfatizar que toda mi obra más racio-intelectual sería papel mojado (no serviría para nada) si no se tuviese en cuenta el peso del odio: por más que fiscalicemos discursos, si no somos capaces de equilibrar y gestionar nuestras emociones, sólo conseguiremos generar una irreal aureola de convivencia, presta a saltar por los aires a la primera tensión de cambio;
  • Paso entonces a examinar la socio-convivencia en su aspecto más aparente, aunque necesitado de claridad, ese de las guerras culturales;
  • Continúo poniendo el dedo en la llaga en el asunto de la psicomodidad, a nivel de cada uno de los individuos, resaltando nuestra particular responsabilidad para con lo que ocurre a nivel más global;
  • Con optimismo propongo otra vía para los humanos: el velar por proyectos convivenciales, a partir de un ánimo humanista;
  • Y quiero finalizar por lo que entiendo que es el corazón nuclear de todo esto: esa ‘batalla’, que se produce en todos nosotros, por aclararnos sobre lo que nos merece (más o menos) la pena… sobre lo que valoramos.

Deja un comentario