«La verdad es la primera víctima de la guerra»
atribuida a Esquilo
*La HISTORIA de OCCIDENTE desde el PUNTO de VISTA de los SIMPLES INDIVIDUOS. Podríamos creer que la verdad sea la primera víctima de la guerra, principalmente en las guerras culturales; pero, sin lugar a duda, deberíamos considerar del mismo modo a los sencillos individuos, incluso en las guerras culturales. El occidentalismo (y su deriva cultural, o racio-occidentalismo) ya durante el s.XIX, y culminantemente en el s.XX (véase industria cultural y medios másicos), se supo vender al mundo, y en especial a los propios ciudadanos de Occidente, como adalid de la Modernidad (o superación del antiguo régimen), así como defensor de las libertades del individuo y del constitucionalismo democrático. Este discurso lo hicieron propio los autodenominados aliados a propósito de la Guerra Mundial, Francia y los países anglosajones GB y EEUU, estados que, de modo cada vez más ostentoso (destacando finalmente EEUU)[i], se fueron atribuyendo la capacidad de injerir en la política y la economía de otros países y sociedades, y además esgrimiendo esa sensibilidad (y soporte moral) de hacerlo por el bien de la población (local y global), una atribución que persiste, a pesar de que ya cayese la que se dijo en su momento era la mayor amenaza de la civilización occidental, aquel marxismo soviético. El s.XX, particularmente las industrializaciones y la tan lamentable como devastadora Guerra Mundial, como pináculo del proceso de inestabilidad social decimonónico, nos vino a mostrar una realidad diferente, en la que, para los superpoderosos estados occidentales, los individuos no habrían consistido sino en piezas de la partida por el predominio mundial, y/o engranajes en la maquinaria productivo-consumista, una realidad bastante lejana del programa de la tradición racio-moderna occidental. De esta manera, los mismos ciudadanos de occidente se habrían de considerar como unos damnificados más de tal occidentalismo y su voluntad supremacista, de tal modo que se podría decir que el conjunto de los desfavorecidos incluiría también a tales occidentales, aunque puede que no hubiesen sido éstos tan damnificados del disfavor como otros habitantes del planeta. Nos vemos obligados a expresar esta advertencia, pues, sea como sea, la gente llana no parece que cuente para los libros de historia.
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